Simón y el tormento que vive tras el adulterio de Laila

Tras el adulterio entre Laila y Jairo, ambos buscaron un cambio para ser perdonados por sus seres queridos, evitando volver al mismo error. Sin embargo, Simón vive el tormento de lo que habría sido si hubiera decidido continuar su relación con Laila, junto con el odio y desprecio que tiene por su esposa. Por lo que pasa los días tomando y sin salir de su hogar.

Laila, encontrando el perdón por parte del Mesías, emprende el camino de la redención, buscando disculparse con todas las personas que resultaron heridas por sus acciones. Con profunda inquietud por el estado emocional de Simón, decide buscarlo a su hogar, deseando evitar la destrucción de su familia. No obstante, lo halla a punto de ahogarse en el río, arrastrado por el dolor de la traición y el resentimiento hacia su esposa. Ella evita que Simón cometa el trágico acto y se propone a reconstruir su matrimonio, esperando fervientemente que él la perdone. En ese instante, Simón reflexiona sobre las enseñanzas de Jesús con relación al perdón.

¿Maldito en su vida sentimental?

A pesar de los problemas que tiene el centurión con Barrabás, este último fue a pedirle ayuda para investigar la muerte de Adela, pero se la negó; por lo que tomó la decisión de vengarse quemando todos los registros y matando a su prometida, Noemí. Tal acto le causó a Petronio mucho dolor.

El centurión sufre tras la muerte de su prometida, solo se la pasa pensando que solo pierde en esta vida, al grado de decirle a María Magdalena: «Estoy maldito». Como resultado, su corazón se endureció más al punto de no creer en el Poder de Dios.

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En medio de la predicación de Jesús, emergen los escribas, llenos de enojo y crítica hacia las palabras del Mesías, ya que decía:

«El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase. Cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos,y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes» (Mateo 13:47-50).

Los escribas continúan resentidos, particularmente porque Jesús sanó, en el día de reposo, a una mujer que había estado sufriendo durante 18 años. Ante esta situación, el Señor respondió:

«Hipócritas, ¿no desata cada uno de ustedes su buey o su asno del pesebre en día de reposo y lo lleva a beber?Y esta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en el día de reposo?» (Lucas 13:15-16).

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