El perdón que cura

El perdón que cura

Por Departamento Web 2

Aunque pasemos por situaciones desagradables, nada sucede sin que Él lo permita. Sin embargo, a pesar de las tribulaciones, es posible que la persona tenga paz en su alma cuando cree y confía en que Dios tiene el control de todo. Este tipo de fe solo es posible cuando ella está en comunión con el Espíritu Santo.

Durante el pasado Santo Culto, el obispo Franklin Sanches mencionaba que la primera evidencia del Espíritu Santo en nuestra vida es la paz, pues cuando vivimos cerca de Dios tenemos paz, aunque haya problemas, nada nos la roba, pues Él desea que la llevemos a donde quiera que vayamos.

Lo único que nos aparta de la paz

«Pero los impíos son como el mar agitado, que no puede estar quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo.»(Isaías 57:20).

El impío es alguien que vive en la práctica del pecado y por ello vive separada de Dios. Las personas que no tienen una relación con Dios son inquietas, nerviosas, no tienen descanso y por esa carencia de paz, terminan atormentando a los demás, pues solo se puede dar lo que se tiene.

Muchos viven en conflicto constante con los que le rodean, pero ¡cómo va a tener paz con sus semejantes si no la tienen ni consigo mismos!, por ello hay muchas personas estresadas, angustiadas, y de ellas solo sale «lodo»: palabras hirientes, malicia, odio, etc. Ella no tiene vida, no tiene paz.

«“No hay paz”, dice mi Dios, “para los impíos”.» (Isaías 57:21).

Mientras la persona no se reconcilie con Dios, no tendrá paz, pues siempre enfrentarán conflictos en su interior y con los que la rodean, y aunque, por ejemplo, intente cambiar de trabajo o su apariencia, eso no la hará sentirse mejor ni evitará que sigan las dificultades, ya que el problema está adentro de ella y solo el Señor Jesús puede colocar la paz que tanto anhela.

Es decir, solo cuando el Espíritu Santo entra en ella, le da paz consigo misma y con el mundo, y eso lo transmite para todo a su alrededor. Además, pese a los problemas que surjan constantemente, siempre tendrá paz en su interior porque su corazón está limpio de cualquier sentimiento malo y su conciencia está tranquila delante de Dios. Quien está en paz con el Señor y obedece a Su Palabra, está en paz con los hombres.

Enfermedad física y enfermedad espiritual

Algo que se roba la paz de las personas son los malos sentimientos. La mayoría de las personas no tiene cuidado con lo que piensa o siente, no obstante, en palabras del obispo, esto «puede producir salud o enfermedad, paz interior o conflictos» y a la larga generar un dolor físico, ya que hay sentimientos que se aferran a algún órgano afectando su salud, ya sea con presión alta, enfermedades del corazón, estrés o migraña.

Asimismo, el obispo mencionaba que el odio, rencor o resentimiento son como un veneno que carcome el alma de la persona, y al no lograr perdonar, termina teniendo repercusiones en su estado de salud, incluso muchas se autoflagelan por errores del pasado, pues no logran perdonarse a sí mismas. Empero, «por más grave que haya sido su error, la sangre de Jesús nos lava de todo pecado. No hay pecado que la sangre de Jesús no pueda lavar. Si usted cometió un error, confiese su pecado al Señor y crea que Él le perdonó. Punto; asunto encerrado», acrecentó.

Un ejemplo de esto es cuando Jesús perdonó al ladrón que estaba junto a Él, pues no miró sus errores, sino su arrepentimiento sincero. Del mismo modo, mencionó la importancia de perdonar a aquellos que nos han lastimado entregándole esas heridas y el deseo de justicia a Dios.

«Muchas personas podrían alcanzar una buena salud si simplemente dejaran de sentir y resentir tantas tristezas y decepciones que han sufrido en la vida. No quiero decir con esto que todas las enfermedades provengan de un resentimiento, pero muchas dolencias sí tienen origen en las emociones negativas guardadas en el corazón», añadió.

El perdón no es un sentimiento, es una decisión y tampoco es por merecimiento, sino algo necesario para tener paz. Por ende, la calidad de vida empieza con la obediencia a la Palabra de Dios, pues eso es lo que trae la paz y alegría de espíritu, y el alma lo agradece.

¿Cómo saber que ya perdoné?

«Es simple, cuando usted piensa en esa persona, ya no le duele, ya no tiene coraje y tiene misericordia de la persona por lo que le hizo, es porque la perdonó. Usted puede verla y no le va a causar coraje, rabia; tendrá misericordia de la persona, porque usted la perdonó», comentó el obispo.«¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño! Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche Tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: “Confesaré mis transgresiones al Señor”; y Tú perdonaste la culpa de mi pecado.» (Salmos 32:1-5).

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