Jesús se alegró cuando Lázaro murió
Si Dios extendiera Su mano sobre nosotros siempre de manera inmediata para evitar nuestros sufrimientos, no desarrollaríamos nuestra fe y confianza en Él.
Un padre que no permite que sus hijos pasen por luchas y dificultades no los prepara para la vida.
Solo en la aparente ausencia o demora de Dios, podemos ejercitar la Palabra y dar nuestros pequeños pasos hacia Él. Desarrollamos un cierto músculo espiritual en las pruebas de la vida para sobrevivir a las adversidades que de vez en cuando vienen sobre nosotros.
Entonces, la espera por la intervención de Jesús siempre es provechosa.
En primer lugar, cuanto mayor sea el milagro, mayor será la gloria atribuida a Su Nombre.
En segundo lugar, cuanto más nos lamentamos, más crecemos en Su gracia.
Porque la ALEGRÍA del Señor es nuestra fortaleza.
«Entonces Jesús, por eso, les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y por causa de vosotros me alegro de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos a donde está él.» (Juan 11:14-15).
Ría, cante y alégrese en medio de los problemas. Esto es una muestra de confianza en la acción de Dios.
Pues, si Él se alegra, ¿por qué no podemos alegrarnos nosotros también?
Por Núbia Siqueira
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