¿Qué es lo que Dios espera de usted?

¿Se ha preguntado con qué propósito va a la iglesia? Y, sobre todo, ¿tiene certeza de lo que Dios quiere de usted? Durante el Santo Culto del pasado domingo 12 de mayo, el obispo Franklin Sanches enseñó que el Señor espera de nosotros una cosa: obediencia a Su Palabra. Pues si nosotros lo hacemos, entonces, Él podrá darle a nuestra vida un nuevo rumbo.

Como ejemplo de esta transformación se encuentra Abraham. Antes de ser conocido como el padre de la fe, era un fracaso, porque ni siquiera podía tener un hijo. Antiguamente, si un hombre no tenía descendencia, era avergonzado. Hasta que un día, Dios se le apareció y le dijo:

«Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre» (Génesis 12:1-2).

Así como sucedió con él, Dios nos trae a Su presencia justamente cuando estamos hundidos, desesperados, fracasados y enfermos, ya que, por lo general, cuando la vida de uno es estable, no quiere escuchar a Dios. Pero cuando la situación está apretujando, ahí es cuando se decide buscarlo.

«Dios no obligó a Abraham a obedecerlo, eso dependía de él. Es lo mismo con usted, nadie puede tomar esta decisión en su lugar […]. Las personas no logran imaginar lo que Dios quiere hacer, porque todo lo que quieren es salir de aquel problema. Pero Dios no solo quiere resolver su problema, sino cambiar su vida. Así como le dijo a Abraham que haría de él una nación grande, no importa qué tan bajo la persona haya llegado, Él la llamó porque quiere hacer a través de ella cosas que muestren cuán grande es el Señor; pero todo depende de su obediencia.

¿Leer la Biblia es importante? Sí. ¿Orar es importante? Sí. ¿Venir a la iglesia es importante? Sí. Pero nada es más importante que obedecer», dijo el obispo.

Obedecer a Dios implica contrariar muchas voces y no es fácil; sin embargo, quien elige el camino de la obediencia puede tener certeza de una cosa: de que Dios está con esa persona. «Usted va a enfrentar lo que sea y no va a retroceder porque sabe que está obedeciendo a Dios, Él mismo le guía», agregó.

Otro punto que el obispo destacó del versículo anterior es sobre el verdadero significado de «engrandecer el nombre». Abraham tenía su nombre manchado por no tener descendencia, y quizá su situación es similar: está manchado por sus errores, por las cosas que ha hecho… Pero hoy Abraham es un nombre que no puede ser borrado de la historia de la humanidad; casi más de la mitad de la población del mundo forma parte de su descendencia y hoy su nombre es respetado.

«Y Dios quiere hacer lo mismo. No es que su nombre esté en la portada de una revista o un periódico, sino que nunca será olvidado porque estará grabado en el Libro de la Vida. Pueden pasar 500 años, pero cuando Él venga y toque Su trompeta, su nombre será gritado y va a resucitar de los muertos, de eso se trata: “¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré. He aquí, en las palmas de Mis manos, te he grabado…” (Isaías 49:15-16)», destacó.

Abraham obedeció, contra todo y todos, así fue como Dios empezó a hacer de su vida una bendición. Y, para finalizar, el obispo reiteró que esta invitación es para todos, pero cada uno elige aceptarla o no.

También lee: ¿Escuchas la voz de Dios?