El mayor engaño
Como cada domingo, el obispo Franklin Sanches trata algún tema que ayuda a las personas a tener una fe inteligente y fuerte. Este domingo 6 de noviembre no fue la excepción, ya que trató un tema que, si bien para muchos puede ser polémico, es esclarecedor, pues no permite que uno viva en el engaño. El obispo comentó:
«La mayor mentira que satanás inventó es que todos somos hijos de Dios. Eso es mentira.».
Ahí está la razón de por qué muchas personas reniegan de Dios, pues ven en Él a alguien que es cruel y abandona a sus hijos, se preguntan: «¿Por qué Dios permite que sufra eso? ¿Por qué mi vida es una desgracia?». Lamentablemente, las personas han creído que todos somos hijos de Dios, pero no es así, todos somos criaturas de Dios, pero no hijos.
A la luz de la Palabra
Entonces, ¿quiénes son realmente hijos de Dios? En el libro de Romanos, capítulo 8, versículo 14, dice así: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.».
Al respecto el obispo Franklin recalcó, como en la Palabra menciona, el ser guiado por el Espíritu Santo como una característica de un hijo de Dios y es que, si se piensa bien, las personas solo escuchamos y seguimos a aquello con lo que andamos y concordamos.
El hijo de Dios, al ser guiado por Su Espíritu, no se deja influenciar ni manipular por nadie, él no coloca sus decisiones en las manos de ninguna persona ni bajo los intereses de nadie, pues, ¿cuántos no son aquellos que al escuchar noticias desagradables se angustian, desesperan y hasta se deprimen? Quien vive sujeto a las opiniones de los demás, siempre estará a merced de las circunstancias.
Por otro lado, aquel que es hijo solo se guía por el Espíritu de su Padre, y Él nunca lo va a guiar a ninguna cosa que sea perjudicial para él. Cada decisión que tome no será por emoción ni de forma precipitada, no será una elección impulsiva, porque el Espíritu Santo le ayuda a raciocinar la mejor decisión, pues Dios no habla con sentimientos, el apela al intelecto de la persona.
Muchas personas viven constantemente cometiendo los mismos errores, que muchas veces son conscientes que están mal y hasta desean cambiar, pero no lo logran, esto es porque han estado prisioneras a un espíritu que las conduce a tomar decisiones perjudiciales. Han estado esclavizadas al miedo y a la duda.
Entonces, ¿cómo se puede cambiar esta situación?
Lo único que puede librar a las personas es ser adoptadas como hijos de Dios, pues es ahí que la esclavitud hacia el espíritu del pecado es resuelto: «pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un Espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!» (Romanos 8:15).
La persona que verdaderamente cree en Jesús y se entrega a Él, es adoptada como hija de Dios, y es ahí que el espíritu de esclavitud es cambiado por el Espíritu de Dios, por lo tanto, empieza a ser guiada por Él y puede llamarla de Padre. Él pasa a ser el protector, el proveedor, el guía, porque Él es Padre. «Él nos adoptó para que seamos hijos, para que le podamos decir Padre. Para que cuando usted pase por un momento difícil, adverso, usted no tenga miedo, sino que diga así: “Padre mío, por favor, ten misericordia, ayúdame”, y Él prontamente va a estar para usted. ¿Usted no es así con sus hijos? ¿Si su hijo le pide ayuda usted, se la niega? No, prontamente le atiende, imagine ser hijo de Dios, imagine qué gloria, Él quiere que usted sea su hijo», dijo el obispo.
Verdadera entrega
El obispo finalizó diciendo que, para que lo anterior ocurra, es necesario asumir un compromiso, no basta solo asistir a las reuniones, tiene que haber una entrega sincera y buscarlo con todo el corazón y con toda el alma. Al hacer esto, el Espíritu de Dios entra en la persona, es ahí que Él le dice: «Ahora eres Mi hijo, te adopté», aquí acaba el miedo, las inseguridades, la tristeza; hay un cambio en la manera de pensar, de actuar, cambian las prioridades y la persona se vuelve una mejor mujer, un mejor hombre. Como el apóstol Pablo dijo: «habéis recibido un Espíritu de adopción» (Romano 8:15).
Y usted, ¿quiere ser adoptado por Dios?
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