Tienes dos opciones: desistir o perseverar

Una elección puede cambiar por completo tu futuro
La persistencia es como un árbol solitario en el desierto: crece bajo el sol abrasador, con poca agua y resistiendo vientos implacables. Aun así, echa raíces con determinación, buscando en cada grano de arena la fuerza para seguir. Sus hojas se marchitan, sus ramas se quiebran, pero permanece firme, desafiando las adversidades y demostrando que, incluso bajo condiciones severas e injustas, es posible mantenerse de pie y florecer.
Contemplar la naturaleza superándose a sí misma es algo magnífico, porque declara la gloria de Dios (Salmos 19:1). Sin embargo, vivir algo semejante es doloroso, tardado y representa un desafío.
Las condiciones injustas son parte de la vida
La vida está llena de situaciones que son consideradas injustas; desde el tráfico que hace llegar tarde al trabajo hasta ver cómo un sueño se convierte en pesadilla. Las luchas diarias se acumulan y, para muchos, son batallas silenciosas en busca de un mañana más justo y mejor.
Pero ese «mañana» muchas veces tarda en llegar —y tarda mucho—. Mientras se espera, la tentación de rendirse aparece como un alivio atractivo.
Rendirse tiene un precio alto
A veces, abandonar las luchas puede parecer la única salida ante el cansancio, la frustración o el miedo. Asimismo, parece fácil soltar todo y fingir que nunca se intentó, pero rendirse significa renunciar a los frutos que aún están formándose —frutos invisibles, pero reales— que esperan el tiempo correcto para aparecer. Es precisamente en esos momentos cuando la persistencia se vuelve más necesaria.
Dios nunca llega tarde
Si el pretexto para no perseverar es el tiempo, recuerda que el tiempo pasará de todos modos —si desistes o perseveras—. Después de todo, «hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo» (Eclesiastés 3:1).
La pregunta es: ¿quieres mirar atrás y pensar en lo que pudo haber sido o disfrutar de los frutos de tu constancia?
Aunque perseverar se parezca a un desierto árido, son precisamente las dificultades las que hacen que el testimonio florezca. «Mas vosotros, esforzaos y no desmayéis, porque hay recompensa por vuestra obra» (2 Crónicas 15:7).
Ejemplos que nos enseñan a no desistir
- Isaac, el hijo de la promesa hecha a Abraham, solo vio cumplido su sueño de ser padre después de orar insistentemente al Señor durante 20 años (Génesis 25:20-26).
- En la parábola sobre orar y no desmayar, una viuda obtuvo justicia solo después de insistir ante un juez injusto para que juzgara su causa (Lucas 18:1-8).
- La mujer con flujo de sangre padeció 12 años, gastó todo lo que tenía buscando la sanidad y, aun así, no se rindió. Considerada impura, enfrentó a la multitud y fue sanada al tocar el manto de Jesús (Marcos 5:25-34).
- Job vivió una cruel aflicción al perder sus bienes, sus hijos y su salud. Lo perdió todo, pero no perdió la fe. Y fue restaurado, recibiendo el doble de lo que tenía antes (Job 36:16-33).
La lección de Moisés: la obediencia importa
Moisés es otro ejemplo de fe y perseverancia. Durante 40 años guio al pueblo hebreo por el desierto, no obstante, una pequeña actitud le impidió entrar en la Tierra Prometida; desobedeció una instrucción divina: golpeó la roca dos veces en lugar de una, como Dios le había ordenado (Números 20:7-13).
Moisés siguió siendo un héroe de la fe (Hebreos 11), pero solo pudo contemplar de lejos aquello que buscaba (Deuteronomio 34:4). Una pequeña desobediencia puede traer grandes consecuencias.
Perseverar no es ser terco
No toda insistencia es virtud.
- La perseverancia es la constancia guiada por la Palabra de Dios.
- La terquedad es la insistencia que ignora la voluntad divina.
Muchos insisten en lo incorrecto, guiados por sus deseos y opiniones, sin preguntarse si eso agrada a Dios. Cuidado con luchar por algo que te aleje del Señor, aunque parezca bueno a los ojos humanos.
Cuidado con las voces que desvían
En 1 Reyes 13:11-34 se narra la historia de un hombre de Dios que hizo todo lo que el Señor le había pedido, pero, al final de su misión, sentado bajo un roble, escuchó a un viejo profeta (que hoy pueden ser las voces del mundo, el cansancio o la frustración por la demora en recibir una respuesta) y esa actitud le costó la vida.
En la Biblia Sagrada con las Anotaciones de Fe del obispo Edir Macedo, encontramos la explicación:
«El profeta cumplió su misión con fidelidad y excelencia, pero, a punto de concluirla, sucumbió ante el engaño porque no obedeció la Palabra del Altísimo. Esto muestra que quien desea perseverar en la fe debe ser radical respecto a los consejos que escucha. […] La Palabra de Dios es infalible y no deja lugar a dudas. Cuando confiamos y obedecemos lo que Él dice, somos grandemente bendecidos y estamos libres de los ataques del mal. Pero cuando despreciamos Su dirección, sufrimos duras consecuencias».
Aun al final del camino, es necesario mantenerse atento a la voz de Dios.
Vale la pena perseverar con fe y obediencia
Vale la pena ser más perseverante que:
- Los problemas
- Las injusticias
- Las tentaciones
- El deseo de hacerlo todo a tu manera
La verdadera victoria está en perseverar con fe y obediencia, no solo por las bendiciones materiales, sino por la salvación del alma.
La mayor recompensa de la perseverancia
«Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo» (Mateo 24:13).
Esa es la promesa más grande para quienes perseveran. Porque, aunque persistir para recibir bendiciones o resolver problemas es necesario, la perseverancia más valiosa es la que nos mantiene firmes en la fe que conduce al Reino de Dios. Las luchas terrenales pasan, pero el alma permanece.
Como lo dijo Jesús: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?» (Marcos 8:36).
No importa qué injusticia estés enfrentando ni cuánto tiempo lleves luchando para superarla. Lo esencial es esforzarse más por conocer a Dios, obedecer Su Palabra y perseverar hasta el final.
Recibas o no algunas bendiciones en esta vida, tu enfoque debe ser agradar al Señor y cuidar del destino de tu alma. Perseverar en la fe no es solo una opción. Es una necesidad para quien anhela la vida eterna.
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