¿Sabes lo que está por detrás de tus acciones?

Mientras la sociedad disminuye a los que sirven al prójimo, Dios muestra que ese es el único camino para agradarlo

La rutina básica de una persona está compuesta por una serie de acciones, ya sea en el trabajo, en casa, en la escuela o hasta en los trayectos que ella hace. ¿Ya te preguntaste qué es lo que está detrás de tus acciones? Hay quien hace todo pensando en lo que ganará a cambio, en las recompensas que obtendrá. Esas personas hasta pueden hacer muchas cosas, pero con el objetivo de ser servidas y no de servir, en el sentido cristiano.

En el mundo en el que vivimos, el servir al próximo es cada vez menos valorado y es visto, incluso, como un acto de humillación, algo capaz de rebajar a una persona. Pero ¿será que es así? En el diccionario, la palabra servir es definida como «ser útil a alguien o algo. Auxiliándolo para realizar o conseguir alguna cosa, atender y cuidar». Siendo así, aquel que sirve no es el menor, sino más bien, alguien que hace la diferencia en donde está.

Mirando tu interior

No son raros los casos en los que las personas, inclusive cristianas, son absorbidas por la rutina y dejan de analizar sus intenciones, aquello que está por detrás de sus actitudes.

Por ejemplo, si comparamos los comportamientos de Saúl y de David, ambos fueron reyes y pecaron en contra de Dios, pero, mientras Saúl valoraba más su posición y el placer de ser servido, David tenía en su corazón el aprecio por el privilegio de servir a Dios. Las intenciones diferentes de ellos dos generaron diferentes reacciones del Creador.

Entonces,

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El privilegio de Servir

Entre las características de las personas que quieren ser servidas, hay reclamos que dejan en evidencia sus intenciones, como «no aguanto más», cuando se quejan de las exigencias, de las obligaciones y hasta de la disciplina. Lamentablemente, este tipo de situación sucede hasta en la Obra de Dios.

Mientras la persona que está dispuesta a servir se pregunta cómo puede aportar algo más y lo que puede hacer para ayudar a la Obra de Dios, aquella que quiere ser servida piensa en cómo sacar provecho en cada situación. El carácter de nuestro Padre es dar, Él siempre está dando, siempre está sirviendo. Cuando Él nos pide que le sirvamos, es porque Él ya nos está sirviendo desde hace mucho tiempo, desde el principio. Él es Padre y Señor, entonces, ¿en dónde está la honra? ¿en dónde está el servicio a Él? Como está escrito: «El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? […]» (Malaquías 1:6).

La Obra de Dios es un privilegio para pocos; servir a Dios va más allá de un uniforme, de un título de siervo, incluso va más allá de las paredes de la iglesia, porque cada persona refleja a través de sus acciones lo que hay dentro de ella, incluso cuando está en su casa. Por ejemplo, el cristianismo no es compatible con el comportamiento de una persona que quiere sacar provecho de su jefe o de la empresa en donde trabaja a través de mentiras, porque, al final, al servir a otra persona es como si estuviéramos sirviendo a Dios.

El que quiere servir no trabaja por dinero, recompensa, posición o beneficios, no, no trabaja por nada de eso; simplemente tiene placer en servir, en saber que está haciendo la diferencia. En una sociedad repleta de personas que quieren sacar ventaja de todo, aquella que sirve es criticada. ¿Cuántas mujeres no son criticadas por servir a sus esposos?

A pesar de que muchos piensan así, el cuidado y la consideración para el prójimo, no está pasado de moda, sobre todo cuando esa persona es la que comparte la vida contigo. Así, más que una obligación, el acto de servir es la demostración más sincera de la gratitud que sientes ante todo lo que Dios ha hecho en tu vida. Delante de esto, solo nos queda reflexionar:

¿En qué grupo estás?

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