Pregonan algo, pero sus actitudes demuestran lo contrario

Gente experta en dar consejos, pero que actúa de forma diferente a como te enseñan, sobra en este mundo. Todos conocemos a la típica persona que da consejos sobre dieta y nutrición, pero a ella le urge aplicarlos; quien opina sobre el amor, pero tras cuatro paredes vive de fracaso en fracaso; o la amiga o amigo que quiere aconsejar sobre problemas en el matrimonio, incluso te sugiere lo que puedes hacer, pero en la práctica está muy lejos de llevarlos a cabo. Parece que está de moda hablar a la ligera…

La Palabra de Dios nos enseña a espejarnos en los matrimonios ejemplares, de la fe, como el caso de Abraham, quien en una época donde estaba permitido que los hombres tuvieran muchas esposas, él le fue fiel a su mujer; es decir, actuaba como predicaba y esa actitud lo llevó a ser bendecido en todos los aspectos.

Pero, ¿por qué hay tanta gente que no dice nada y cuando habla solo es para contar un gran testimonio? ¿Qué es lo que Dios espera de nosotros? Simple y sencillamente que actuemos por la fe y que la pongamos en práctica para que así, Él pueda bendecir nuestra vida.

En un matrimonio, por ejemplo, de nada sirve decirle a tu pareja que la amas, si no se lo demuestras, son tus actitudes las que van a confirmarle tu amor. En el caso de los solteros, hay quienes dicen querer ser bendecidos y se cierran a la hora de conocer gente… entonces ¿cómo encontrarán a quien será su compañero de toda la vida? Por eso, es indispensable que lo que hablamos coincida con lo que hacemos.

“Quise vivir mi vida a mi modo y salieron caras las consecuencias”

“Por tomar pésimas decisiones en cuestión del amor y buscando a toda costa ser feliz, me llevé muchos descalabros. ¡Me fue muy mal!”

Así empezó a contar su historia Héctor y, aunque hace poco se casó, tardó mucho en entender que Dios quería guiarlo hacia una vida mejor.

“De nada me servía decir que conocía al Señor Jesús si hacía las cosas a mi gusto ignorando Sus consejos. Al final, eran tantas las decepciones que me llevaba por mi culpa, que pensé que nunca me casaría y jamás sería feliz”, recordó.

Siempre se equivocaba y llegó a alejarse de Dios. De hecho, ya conocía a su ahora esposa, Giovanna, pero nuevamente la falta de la dirección correcta estropeó todo. “Las caras bonitas fueron mi perdición, iba error tras error hasta que reconocí que quien estaba mal era yo. ‘Si no soy feliz ni afuera ni adentro, pensé, entonces hay algo raro’ y en ese momento decidí regresar a los brazos de Dios.

Me encontré de nuevo a Giovanna e iniciamos una relación. Quería una vida bendecida y estar bien de adentro hacia afuera. No puedo explicar con palabras cómo me siento hoy; ambos cambiamos por completo asistiendo a la Terapia del Amor y a los pocos meses nos casamos. No fue fácil, pero sin duda, valió la pena el esfuerzo”, finalizó Héctor con una gran sonrisa.

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