¿Por qué las disculpas sinceras son importantes?

Una lección del Señor Jesús para los discípulos puede ayudarle a ser un hombre mejor

A causa de su temperamento, muchas veces necio, explosivo y orgulloso, el hombre toma decisiones sin evaluar o escuchar de alguien cuál sería la mejor solución para los problemas. De esa forma, él obtiene un resultado decepcionante, pero, aun así, insiste en afirmar que no se equivoca, y solo dice que estaba mal informado sobre la cuestión. Pero, lo peor es que su intransigencia también afecta a quien intentó ayudarle.

Las metrallas lanzadas por este “hombre-bomba” atrapan a todos los que están a su alrededor: amigos, compañeros de trabajo, familiares y esposa.

La situación se agrava aún más cuando él no hace el mínimo esfuerzo para redimirse con los que injustamente fueron perjudicados por sus comentarios o sus acciones. Pedir disculpas y asumir un error para él es algo impensable e imposible, pues ni siquiera logra ver que se equivocó.

Vamos a intentar entender por qué este hombre actúa así. No es novedad para nadie que la educación tiene gran influencia en el modo como el hombre se comporta. Desde niño, él es enseñado a no fallar y eso se refleja en sus acciones. No estamos diciendo que la creación fue o está mal, pero ese hombre tiene que aprender a evaluar y escoger mejor cómo actuar y ser menos intransigente. Le damos a ese tipo de conducta el nombre de uso de la inteligencia. Por otro lado, el hombre también tiene que aprender a admitir sus errores y pedir disculpas.

Le llamamos a esa actitud ejercicio de humildad, un sinónimo de crecimiento emocional, intelectual y espiritual.

Es verdad que muchos hombres se sienten avergonzados cuando necesitan pedir disculpas. El primer paso es analizar las propias acciones.

En seguida, pídale disculpas a quien lastimó. Eso será bueno para usted y para todos los que están a su alrededor. Pero, la transformación no se detiene ahí: es necesario saber controlar el propio temperamento.

Recuerde que usted es quien controla las emociones y no lo contrario.

El Señor Jesús nos dice cómo debemos proceder: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).

Ahora, usted ya sabe qué hacer, cambie su conducta para convertirse en una persona mejor. Evalúe e n qué está fallando y no tenga miedo de pedir disculpas. Pero no se quede solamente en las palabras: es necesario actuar y transformarse verdaderamente, lo cual se va a reflejar en sus acciones cotidianas.

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