No te condeno

<strong>No te condeno</strong>

Por Departamento Web 2

Las personas son más propensas a inclinarse hacia lo malo, en lugar de seguir lo bueno. «Esto ocurre por la acción del diablo que, evidentemente, hace que la persona tenga esas malas inclinaciones», explicó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del pasado 19 de marzo.

No obstante, la Biblia nos da una orientación: «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1).

Al mencionar a los testigos, el apóstol se está refiriendo a los héroes de la fe: hombres y mujeres que, por su fe, vencieron todo tipo de dificultades. Por otra parte, habla sobre las carreras, algo muy común en aquella época, (pues los romanos y griegos eran aficionados a esta práctica) y el apóstol quiso darle al pueblo una referencia para que la orientación quedara muy clara.

«Todos estamos en una carrera para alcanzar un objetivo principal: la vida eterna. La meta no es solo sanar de una enfermedad, ser próspero o tener un matrimonio restaurado. Sí, todo es importante, pero el objetivo de la Universal es que usted sea salvo, pues ¿de qué sirve que usted gane el mundo entero si pierde su alma?», preguntó el obispo.

Dios, por medio del apóstol, nos está diciendo que nos despojemos del peso y del pecado. Esto significa que, aunque hay cosas que Él puede hacer por uno, es algo que tenemos que hacer nosotros mismos. Es como si usted estuviera en un maratón y corriera con su teléfono celular; después de un determinado momento, le va a pesar como si fuera una tonelada. Incluso, la ropa deportiva es cada vez más ligera, para que el corredor tenga más posibilidades de vencer la carrera.

Despojarnos de todo el pecado es dejar aquello que usted sabe que va en contra de la ley de Dios, lo que no le agrada a Él. «Muchos ya están conscientes de lo que es el pecado, pero hay personas que dicen: “No consigo dejarlo”. Sin embargo, la realidad es que no quiere abandonarlo. Por ejemplo, si alguno tiene adicción al cigarro y dice que no puede dejarlo, ¿acaso es el diablo quien le pone el cigarro en la boca y lo enciende? Quien decide si lo deja o no es uno mismo, pues Dios nos dio el libre albedrío. Pero si usted decide dejar el pecado, aunque no es fácil, lo logrará», explicó.

Y despojarnos de todo peso ¿a qué se refiere? Es dejar aquello que algunos cargan en su interior: traumas de la infancia, abusos, culpas, inseguridades y miedos que los llevan al fracaso. El obispo Franklin contó que «no hay forma de volver atrás y cambiar el pasado, pero Dios tiene el poder de darle un recomienzo. ¿Si Jesús le perdonó, quién lo podrá condenar?». Tal vez nunca tuvo una segunda oportunidad y, sin condenarle, Él se la da.

Inclusive, el diablo ataca a las personas con el peso y el pecado para que se desanimen de la fe y dejen de luchar. «Por eso, no corra afanado, sino con paciencia, no queriendo las cosas rápido, pues la fe le hace estar seguro de que va a llegar al final; no importa si es el primero o el último, sino que tiene que ser salvo». Vendrán tropiezos y dificultades que le harán querer desistir, por eso, no corra para conquistar bendiciones, sino para la alcanzar la vida eterna; las bendiciones vienen en el camino.

«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2).

Ese es el secreto: no ponga los ojos en las personas, porque todos cometemos errores. Ponga sus ojos en Jesús, en Él no hay error ni nada de malo.

«Lo que hizo que Jesús nunca se desanimara fue tener Su mirada puesta en la promesa; Él soportó la cruz, permaneció ahí por 6 horas, Él sabía que era un sufrimiento pasajero. De esa misma forma, usted tampoco mire hacia los costados, sino hacia lo que Dios tiene para usted. Si la situación está difícil, significa que la bendición es grande. No desista ni le dé oídos a nadie», explicó.

Y, si dentro de usted hay un pecado, confiéselo a Dios. Si es un peso, un trauma o tristeza, perdone. No es fácil, pero así será libre, y podrá llegar al final del maratón que es la vida eterna.

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