Cuidado, en sus palabras hay poder

<strong>Cuidado, en sus palabras hay poder</strong>

Por Social Media

¿Sabe qué tienen en común las siguientes frases?: «Maldito el día en que nací», «¿Para qué me casé contigo?», «Cuando tengas hijos, van a ser peor que tú», «Yo nací para ser infeliz en el amor», «Ojalá nunca te hubiera tenido», «Soy un fracaso», etc.

Estos ejemplos son algunas de las muchas maldiciones que las personas dicen para sí mismas y para quienes los rodean. Hay maldiciones que son heredadas (cuando pasa de una generación familiar a otra) o trabajadas (que son producto de la brujería), pero las que son lanzadas por medio de palabras son muy peligrosas, aunque sean expresiones dichas en el calor de la emoción.

El pasado domingo 5 de marzo, el obispo Franklin Sanches explicó más al respecto: «En nuestras palabras hay poder, por medio de ellas tenemos el poder para bendecir o maldecir. El problema es que muchos ignoran eso y dicen cosas sin pensar, pensando que las palabras se las lleva el viento, pero no es así. De hecho, cuando usted habla, está revelando lo que está dentro de su corazón: si está lleno de odio, rencor, coraje, abrirá su boca solo para maldecir, aunque los demás no tengan idea de eso… En cambio, cuando uno bendice a una persona, es porque su corazón está lleno de bendición».

Pero ¿por qué lo que decimos tiene poder?

«Y yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.» (Mateo 12:36-37).

El obispo señala que las palabras van acompañadas de un espíritu: «Si la palabra es de maldición, va acompañada por el espíritu de satanás, por lo tanto, va a producir desgracia en la vida de la persona afectada, ya sea su esposo, hijos o uno mismo.  Por eso David dijo en una oración: “pon un guarda en mi boca”, para que él no dijera cosas indebidas».

Entonces, si usted examina sus palabras, ¿cuántas de ellas han declarado maldiciones en su vida y la de quienes los rodean?

«Quizá usted mismo está maldiciendo a su hijo, lo ve drogado o ebrio, pero probablemente olvidó que una vez le dijo: “Vas a ser igual a tu papá”. ¡Listo! Le lanzó la maldición en ese momento de ira. Esto no se trata de condenar a nadie, sino de reflexionar y cambiar», dijo.

Entonces, ¿hay modo de romper con todo esto?

La bendición y la maldición están delante de nosotros, quien elige es uno mismo. De acuerdo con el obispo, cuando el Espíritu Santo está dentro de usted, se vuelve bendito; a pesar de que le hagan una brujería o le lancen maldiciones, nada le hará daño. ¿Y qué hacer para ser bendito?

«Obedecer la Palabra de Dios y llenarse de Su Espíritu. Así de simple y fácil. A partir del momento en que se llena del Espíritu Santo, entonces, de su boca no sale más maldición, ni para los demás, ni para sí mismo. Aunque le hagan enojar o le hagan un mal, usted siempre va a bendecir a aquella persona que le hizo un daño. De hecho, siempre bendice, por ejemplo, su matrimonio, negocio, sus hijos…

Si hasta ahora ha estado maldiciéndose, diciendo que es un fracaso, no diga más eso. Mejor diga: “soy un vencedor”. Si nunca tuvo felicidad en el amor, determine: “un día me voy a casar”. Nunca maldiga a aquella persona que le traicionó, porque ese mal regresa, como el boomerang.

Piense antes, no hable en el calor de una discusión, no deje que la ira controle su corazón y su boca.

¿Quiere la maldición o la bendición? Entonces, cuide sus palabras», finalizó.

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