Los efectos de la oración en el cerebro – Parte 2

Los efectos de la oración en el cerebro – Parte 2

Por Departamento Web 2

En la primera parte hablamos sobre cómo diversos estudios han concluido que la oración repercute de manera positiva en la fisiología de nuestro cerebro (para leerla haz clic aquí). Y ahora, explicaremos qué tipo de relación establecemos con Dios al orar y cómo hacer una oración que sea eficaz.

Un momento con Él

La repercusión de un tema que suscita interés científico recientemente contó con la participación del neurólogo Denis Birman. En un razonamiento que se volvió viral en las redes sociales, él cuestiona: «Si necesito tomar una decisión en mi vida y estoy siendo estimulado por el lóbulo límbico, pero es el lóbulo prefrontal el que tomará la decisión, ¿de dónde vendrá la mejor decisión? ¿De la persona que está acostumbrada a orar […] o de la que nunca ora? [La oración es] una llave que Dios dejó allí, lista para usar». Si Dios presta atención a nuestra oración, sorprendentemente nuestro cuerpo también lo hace: tanto es así que, al orar, una mayor cantidad de sangre circula en esta región del cerebro. Y no solo las palabras sumergidas en la oración traen este estímulo. «Arrodillarse también aumenta la cantidad de sangre en el lóbulo prefrontal», enfatiza Birman.

Durante esta práctica, ocurre una conversación con el Creador que nos permite exponer nuestras vulnerabilidades, miedos, dolores, decepciones, necesidades y alegrías. En el génesis de la creación, el Altísimo «paseaba en el huerto al fresco del día» (Génesis 3:8), lo que nos hace imaginar cuán profunda y significativa era la relación entre Él y el hombre, en este caso, Adán y Eva. Hoy en día, aunque ya no existe el Jardín del Edén que Dios visitaba, hay corazones quebrantados y sinceros que logran captar la atención de Dios. Así, despojándonos espiritualmente de nosotros mismos, establecemos con Él una relación de cariño e intimidad, similar a la que existía en el Jardín del Edén.

Como el buen Padre que es, Dios siempre está dispuesto a escucharnos (Mateo 7:11). En 1 Tesalonicenses 5:17, se nos invita a orar sin cesar, lo que nos enseña a ser constantes y perseverantes (Romanos 12:12 y Colosenses 4:2). Y creer debe preceder a la oración en muchas ocasiones (Marcos 12:24). A veces, Dios responde a nuestras oraciones antes de que abramos la boca (Isaías 65:24) y en otros momentos, nos dice «no» (2 Corintios 12:8-9). Además del sí y el no, a veces nos dice «espera» (Salmos 37:7). De ese modo desarrollamos una relación con Él en medio de las diversas matices y limitaciones humanas que existen en nosotros.

Medita en: Cuando solo Dios puede resolver tus problemas

Pero ¿qué es la oración?

En el libro En los pasos de Jesús, el obispo Edir Macedo detalla que la oración «es el único canal de comunicación entre el hombre y Dios» y a través de ella «mantenemos comunión con nuestro Señor Jesucristo». El Obispo destaca que, al ser «una expresión del alma humana en relación con su Creador», no es necesario que la oración sea erudita, sofisticada o llena de palabras hermosas; simplemente debe ser sincera.

«Cuando hacemos una oración sincera y honesta, estamos abriendo nuestro corazón ante el Señor […]. Al orar de esta manera, reconocemos nuestras mayores necesidades y cuánto dependemos de Dios, además de desarrollar fuerzas espirituales que nos aseguran victorias sobre las tentaciones. La oración solo será eficaz, es decir, recibirá respuesta, si al hablar con Dios tenemos la absoluta certeza de que Él está prestando atención a nuestros clamores. Si esto no sucede mientras estamos orando, nuestras palabras serán vanas. Por lo tanto, el entorno en el que debemos orar debe ser propicio para que podamos concentrarnos en lo que estamos haciendo con fervor», enseña el Obispo.

El Obispo también considera que «cuando el Señor Jesús les enseñó a Sus discípulos la oración del Padre Nuestro, no era Su intención que la usáramos literalmente cada vez que quisiéramos hablar con Dios; simplemente quiso proporcionar un modelo de cómo debemos comunicarnos con nuestro Padre Celestial». De hecho, el Señor Jesús, antes de enseñar esto, afirmó: «porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8). Realmente, Dios conoce todas nuestras necesidades antes de expresarlas. Sin embargo, la decisión de orar nos lleva al despertar de la fe, «en busca de un mayor contacto con Dios». Por lo tanto, no hay oración sin fe ni fe sin oración.

Además, hay otro consejo valioso: considerar al Señor Jesús. «Nada de lo que se ha explicado tendría valor si no usáramos la clave para ser atendidos: el nombre del Señor Jesucristo. Está escrito en Juan 14:13, Jesús dijo: “Y todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré”».

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