Laodicea (Parte 1)

<strong>Laodicea (Parte 1)</strong>

Por Departamento Web 2

Lee con atención…

«Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: El Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. Porque dices: Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad; y no sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo» (Apocalipsis 3:14-17).

Laodicea era una ciudad rica y famosa por ser un centro comercial y bancario. Poseía un sofisticado sistema económico con sus propias reservas, además de una notable industria de vestiduras y alfombras de lana. Había también una escuela de medicina, donde se realizaban tratamientos para enfermedades oculares.

Hoy quedan solo ruinas de esta antigua ciudad, que pueden ser observadas cerca del distrito de Denizli, al sudoeste de Turquía. Esas ruinas son nada más que testigos melancólicos de la gloria de su pasado.

Espiritualmente, la ciudad de Laodicea nos recuerda a las grandes metrópolis del mundo, donde la riqueza de las industrias, del comercio y del sector de prestación de servicios se concentra en los grandes bancos. Son centros que ostentan tanto riqueza como orgullo, en contraste con otras ciudades y comunidades más simples, donde la miseria exhala el olor de la corrupción y de las injusticias sociales.

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Las facilidades, los encantos y la comodidad de esas grandes metrópolis han impulsado a sus sociedades al conformismo espiritual. El abundante entretenimiento embriaga el alma de sus pueblos, a tal punto que la Palabra de Dios pasa desapercibida de casi todos ellos. Llega a ser innecesaria.

En esas culturas, la libertad se ha confundido con la promiscuidad; el amor, con el sexo; y la familia, con la reproducción sin planificación ni estructura para darles a los niños la mínima condición de convertirse en personas bien formadas. Los habitantes de Sodoma y Gomorra quedarían sonrojados de vergüenza si vivieran hoy en estas grandes ciudades…

La iglesia en Laodicea estaba en medio de esa ciudad abastecida, disfrutando materialmente de todo lo que esta podía ofrecerle, pero sin ofrecerle nada a cambio a aquella sociedad perdida. En vez de que la iglesia marcara la diferencia entre los incrédulos, eran ellos los que la influenciaban. Los cristianos que vivían ahí simplemente se adaptaban a las costumbres de la sociedad, conformados con la autosuficiencia de su bienestar material o empeñados en esa búsqueda. El resultado de eso era la tibieza espiritual.

Continuará…

Libro: La Tierra va a Prenderse Fuego
Autor: obispo Renato Cardoso

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