La humildad es como Dios
El pasado 7 de enero comenzó el propósito de Los 9 Domingos de las Bienaventuranzas en todas las Universal. Fue precisamente sobre la primera de ellas que el obispo Franklin Sanches habló durante el culto que se lleva a cabo en el Templo de los Milagros.
«Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el Reino de los Cielos.» (Mateo 5:3).
Para empezar, el obispo destacó sobre el verdadero significado de ser pobre en espíritu. Muchos confunden y transmiten la idea de que los pobres, económicamente hablando, son los que están más cerca de Dios. Pero en realidad no es así: «la persona estará más cerca de Dios si ella vive para Él, para servirle y agradarle», explicó.
Entonces, ¿cuál es el verdadero sentido?
Jesús se estaba refiriendo a la humildad, a la persona que es humilde en espíritu; eso es lo que nos hace reconocer la necesidad que tenemos de buscar a Dios y tener comunión con Él.
Sin embargo, hay quienes creen que no Lo necesitan por el título académico que poseen. Pero, de acuerdo con el obispo Franklin, la verdad es diferente: sin importar el título o cuánto posea una persona en su cuenta bancaria, todos necesitamos a Jesús.
Algo que caracteriza al pobre en espíritu es que quiere cada vez más de Dios, quiere aprender más de Él, quiere acercarse más a Él, quiere tener más comunión con Él y quiere conocer más de Su Palabra.
En cambio, toda persona orgullosa se cree dueña de la verdad; no quiere que nadie le enseñe ni le diga que está mal. Pero el humilde en espíritu entiende que no sabe todo, aunque sea alguien experimentado y de avanzada edad: «usted siempre necesita aprender y, a veces, quien le va a enseñar es alguien que quizá es menor que usted. Pero muchas veces la gente es tan arrogante que solo acepta consejos de quienes están por encima de ella. No obstante, la humildad le hace entender que las personas le pueden enseñar muchas cosas con sus ejemplos», refirió el obispo.
Otro punto que señaló es que esta humildad no se puede fingir ni durar un tiempo, sino que debe pasar a ser la personalidad de cada individuo: «Porque hay gente, por ejemplo, que mientras no tiene dinero, se hace la humilde; pero si empieza a ganar un poco más, se enorgullece, ¿por qué?, porque su humildad era falsa y no su esencia. ¿Quiere conocer a una persona? Dele poder, ahí es cuando manifestará su ser; y si también se lo quita verá quién es.
Por el contrario, cuando la persona es humilde en espíritu, entre más tenga, más humilde se vuelve. Y si pierde algo, continúa siendo humilde porque entiende que lo que tenía no era de ella, sino de Dios».
También hay otras acciones importantes que caracterizan a alguien humilde en espíritu: reconocer el error, saber perdonar, pedir perdón y saber pedir ayuda cuando lo necesita.
La falta de la humildad de espíritu puede afectar la relación que tenemos con las personas. El obispo usó como primer ejemplo el matrimonio. La razón por la que muchos de ellos tienen problemas se debe a que las parejas no quieren «dar el brazo a torcer». Para ellas es muy difícil decir: «Perdóname, me equivoqué» y dejar atrás lo que pasó.
El otro ejemplo que el obispo mencionó tiene que ver directamente con Dios: «Vea cuántas personas vinieron un día a la iglesia, resolvieron su problema y dijeron: “Muchas gracias, me voy, ya no Te necesito”. Eso es soberbia, aunque la persona diga que puede buscar a Dios en su casa. No obstante, el humilde sabe que en la iglesia va a escucharlo y buscarlo, y entre más se llene de Su presencia, quiere más de Él. Eso es la humildad que le hará feliz. Porque feliz es quien vive en la dependencia de Dios; feliz es quien sabe pedir perdón y también sabe perdonar; feliz es el matrimonio en el que reconocen sus errores, perdonan y piden perdón».
La humildad es como Dios. Él es tan humilde que, aun sentado en un lugar santo, se humilla para escucharnos:
«Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: “Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos…”» (Isaías 57:15).
«El Altísimo, el que habita en lo Alto, en el Santo Lugar, que es el dueño del oro y de la plata, desciende para poder estar con el humilde. Vea qué maravilla, ¿quiénes somos nosotros para que Él nos escuche? En medio de más de 8 mil millones de seres humanos, Dios le miró, le encontró en su dolor, en su llanto, en su desesperación, cuando quería matarse, cuando su familia estaba destruyéndose… Ese es nuestro Dios.
Entonces, si usted es humilde, va a vivir el Reino de los Cielos estando aquí en la Tierra, con cada aspecto de su vida bendecido. Eso es ser feliz. Pero recuerde que para eso tiene que reconocer diciendo: “Oh, Dios, yo Te necesito”», finalizó.
También lee: La fe que sustenta
comentarios