La decisión

<strong>La decisión</strong>

Por Departamento Web 2

«Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal; pues te ordeno hoy amar al Señor tu Dios, andar en sus caminos y guardar sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y te multipliques, a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra que vas a entrar para poseerla» (Deuteronomio 30:15-16).

Cuando usted compra un aparato, este viene con un manual, ¿cuál es el propósito de este? Que sepa cómo utilizarlo y que dure más. Al final, el beneficiado será usted. No obstante, la mayoría de las personas no los leen y, por hacer las cosas a su manera, el aparato termina dañándose.

«La Biblia es el manual que Dios nos dio. Siendo el creador, puso en esa Palabra todas las instrucciones que se necesitan para tener vida», explicó el obispo Franklin Sanches el pasado domingo 26 de febrero durante el Santo Culto.

Pero no se trata simplemente de darnos vida para existir. Él quiere que tengamos una vida de calidad, en paz, con un matrimonio feliz, prosperidad y buena salud. A través de ese manual, Él nos dice que coloca delante de nosotros el bien y el mal, la bendición y la maldición; es decir, es uno quien tiene el poder de elegir.

«Ninguna persona elige el mal y la muerte en sana conciencia, sin embargo, estos son consecuencia de que el hombre se apartó de Dios. Algunos hasta han llegado a pensar que Dios los castigó, pero en realidad Él no hace eso; uno mismo obtiene el resultado de sus elecciones, y Dios le dio a cada ser humano este poder», dijo.

Como leyó al inicio, Dios está pidiendo esto: «te ordeno hoy amar al Señor tu Dios». De acuerdo con el obispo, amar es dar. Por ejemplo, quienes tienen problemas en su matrimonio, puede que sea un problema de egoísmo, porque uno quiere que el otro haga sus voluntades. En cambio, cuando ama, da todo su amor, cariño y se sacrifica por el ser amado, provocando que el matrimonio sea sólido.

Amar a Dios es eso: cuando decide darle a Él su vida, su corazón, su alma, su obediencia y fidelidad. Pero hay quienes solo quieren recibir; eso no funciona.

«Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, sino que te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y los sirves, yo os declaro hoy que ciertamente pereceréis. No prolongaréis vuestros días en la tierra adonde tú vas, cruzando el Jordán para entrar en ella y poseerla» (Deuteronomio 30:17-18).

Dios menciona al corazón, pues sabe que este se deja seducir y, al ser una fuente de emociones, va poniendo otras cosas por encima de Él. Y al hablar de otros dioses, no se refiere solo a adorar imágenes: el obispo aclara que también puede tratarse de alguien que se dejó llevar por una persona o por el dinero. Dios no acepta esto, con Él es todo o nada.

«Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y allegándote a Él; porque eso es tu vida y la largura de tus días, para que habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob» (Deuteronomio 30:19-20).

«Vea como Dios es tan maravilloso. Él ya sabe lo que es mejor para nosotros y nos indica que elijamos la bendición. Pero, muchas veces, el ser humano es testarudo e insiste en vivir en la maldición. Sin embargo, no hay término medio ni tercera opción; como en la vida eterna: solo es el cielo o el infierno», resaltó. Y todo lo que Dios quiere hacer en su vida empieza con una decisión personal. Si quiere la bendición, entonces necesita asumir un compromiso con Él y buscar Su Espíritu. Pues cuando uno es la propia bendición, ningún mal en su contra le puede dañar.

Tal vez su matrimonio ha fracasado, pero si decide ser la bendición, amar y darle su vida a Jesús, entonces Él va a convertir la maldición de su relación en bendición. Y, si su negocio está quebrando, dejará de ser maldito para convertirse en bendito. «Si usted se entrega a Jesús, no va a vivir de acuerdo con las circunstancias, sino por la fe. Nadie más tendrá el control de su vida, solo usted y Dios. Él colocó en sus manos ese poder de elegir y convertir esa vida maldita en una llena de bendiciones».

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