¿Has hecho niñerías en tu vida amorosa?
Comprende por qué ese comportamiento es la receta para el fracaso en tu relación
El apóstol Pablo, en su carta a los Corintios, declaró:
«Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.» (1 Corintios 13:11).
En este versículo, hay una lección extraordinaria para el éxito en la vida amorosa, tanto para los casados, como para los solteros.
Parece un poco obvio lo que el apóstol dice en su carta, de que cuando él se volvió adulto terminó con las cosas de niños, porque es lo que se espera que suceda. A final de cuentas, un niño usa más su emoción que su razón, porque es la herramienta que dispone para resolver sus problemas.
Un ejemplo evidente de eso es cuando siente hambre y llora, demostrando de quiere comer. O cuando es contrariado y hace berrinche. Por lo tanto, la emoción es el recurso que tiene para lograr lo que quiere.
¡Pero de un adulto no se espera tal comportamiento! De él se espera un comportamiento más racional. El problema es que no siempre una persona crece mentalmente, solo en el tamaño, pero el comportamiento es el de un niño, es decir, continúa esclavo de las emociones. Eso, dentro de la relación, es la receta para el fracaso.
Para que una persona inicie una relación, es necesario que ambos tengan madurez. Uno mismo es quien decide acabar con sus actitudes infantiles. Ser maduro es usar la cabeza en el momento de resolver los problemas, y no usar la emoción.
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