El pasto del vecino

El pasto del vecino

Por Departamento Web 2

¿Acaso es más verde que el suyo? Hay hombres que pierden el enfoque porque envidian las conquistas ajenas y descuidan las suyas

Uno de los Diez Mandamientos dice: “no codiciarás la mujer de tu prójimo”. Este puede ser comparado actualmente al dicho popular que dice que “el pasto del vecino siempre parece más verde”. Las dos frases están señalando el mismo mal: la envidia.

No fue en vano que aquellas leyes talladas en tablas de piedra sirvieron de base para elaborar las que tenemos hoy en casi todo el planeta. Y seguir la ley forma parte de la hombría —característica suprema de lo que significa ser hombre, con honra e integridad.

El dicho popular sobre el pasto tiene origen en la costumbre norteamericana de mantener un buen pasto, en una cultura en la que es cuestión de honor que el hombre de la casa trabaje duro y cuide su propiedad. ¿Quién nunca vio en las películas aquellos garajes llenos de herramientas?

Es incluso más fácil ver el verdor de la casa de al lado y verlo más exuberante, más homogéneo, bien cortado y lindo que el suyo, principalmente si usted se relajó, mientras su vecino la abonó, cortó, barrió las hojas y la regó para lograr aquel bello resultado.

Vamos a otro dicho: “quien cuida, tiene”.

Regresando a los Mandamientos, no es inusual, lamentablemente, que a un hombre le brillen los ojos al ver a la esposa o novia de alguien. Mientras él mira a la mujer de los demás, descuida a la suya, la va perdiendo poco a poco y perjudica su matrimonio.

Esto se aplica a muchos otros ejemplos. ¿Un amigo está con el cuerpo en forma gracias a los ejercicios físicos y causa envidia? ¿Entonces, por qué el envidioso no hace lo mismo y entrena con disciplina y se alimenta bien? ¿El salario de un colega es mejor? Bien, si él estudio más, se compromete más con la empresa y es inteligente en la conducción de las tareas, eso es justo, ¿no es así?

Algunos hombres son motivados por el despecho, lo cual hacen disminuir el esfuerzo y los resultados ajenos para sentirse menos inferiores.

Pero, alguien así no solo denigra las conquistas del otro, sino que sobrevalora las suyas, por pequeñas que sean, y, con eso, cae en el engaño de que todo está bien y que no necesita mejorar nada.

El despechado se incomoda con el buen comportamiento de los hijos de los demás, pero él no se aplica a instruir a los suyos. Vea el ejemplo de la multitud en el fútbol: es más fácil llamar ladrón al juez que reconocer que el equipo rival jugó mejor y anotó más goles, frutos de un buen entrenamiento y supervisión eficiente.

Hay otro peligro: envidiar las “ganancias” de los deshonestos. El hombre que hace eso subestima el valor de quien sudó para lograr algo, pues considera interesante lo que alguien consiguió con deshonestidad y debilidad moral. Pero, la Biblia alerta al respecto de ese comportamiento: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad” (Salmos 37:1). El mismo salmo, en el versículo 16, refuerza la verdad: “Mejor es lo poco del justo que las riquezas de muchos impíos”.

Entonces, para ser un hombre según el concepto de Dios —a su imagen y semejanza—, cada uno no solo alcanzará la excelencia en la vida, sino que también inspirará y ayudará a otros a alcanzarla. Cualquier semejanza de eso con el Proyecto IntelliMen, créalo, no es mera coincidencia.

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