Dios perdona, pero no hace inocente al culpable

David es un ejemplo de cómo debemos comportarnos ante Dios, pues su pecado fue terrible, él cometió adulterio y después planeó la muerte de su soldado para quedarse con su mujer (lee 2 Samuel 11).

Después de eso, David perdió la paz y pidió: «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí.» (Salmo 51:1-3).

David pidió ser lavado de su iniquidad, él no estaba limpio porque no había confesado su pecado. El lavado de Dios viene cuando el pecado es confesado totalmente, solo así la persona está limpia y pura delante de Dios.

Por la fe todo es posible, pero solo se materializa cuando no hay pecado. Esto sucede porque el pecado neutraliza la fe, al hacer que la persona dude si Dios la oirá, si Él la perdonará. Por eso la Biblia nos enseña a confesar los pecados, para limpiar la conciencia. De esa manera, cuando David le confesó a Dios su pecado, él fue perdonado y tuvo paz.

Sin embargo, el perdón no significa impunidad. Aunque Dios perdone, cada uno cosechará lo que sembró. El Señor es compasivo, lleno de amor y perdona los pecados, pero no nos libra de las consecuencias. David cosechó los frutos de su cruel pecado hasta el día de su muerte, pues fue humillado y avergonzado.

«No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.», dice la Biblia en Gálatas 6:7.

Aquel que pecó y pidió perdón está perdonado, pero cosechará aquello que plantó. Dios no nos castiga, pero cumple Su palabra y Su justicia. Dios es amor, no obstante, también es justicia, por eso no permite que la persona quede libre de cosechar los frutos de lo que plantó; no hay modo de ser libre de las consecuencias, y la cosecha del pecado viene a plazos, como le ocurrió a David. Él mismo dijo: «Yo conozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí». Así como él, nadie se olvida de lo que hizo, pues los frutos siempre estarán ahí.

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