Diferencia entre VIH y SIDA

Diciembre es el mes de la lucha contra el VIH y el SIDA

El Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH y el SIDA (CenSida) dio a conocer que, hasta 2018, 37.9 millones de personas vivían en el país con VIH, de los cuales 36.2 millones son casos de personas mayores a los 15 años y 1.7 millones por debajo de edad. No obstante, también revela que, en ese mismo año, disminuyeron las estadísticas respecto a nuevas infecciones en un 40 %.

Pero ¿qué diferencia hay entre el VIH y el SIDA?

Pues bien, el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un virus que entra en el organismo, que puede entrar por medio del contacto sexual, piquetes con agujas contaminadas o transfusiones de sangre que puede multiplicarse y esparcirse dentro del organismo por medio de la sangre.

Mientras que el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA) es un estado avanzado de infección por VIH que, en la mayoría de los casos, se desarrolla incluso después de 10 años de haberlo adquirido debido a la falta del tratamiento adecuado y a tiempo.

Hasta el momento la enfermedad no tiene cura medicamente, pero es controlable. Sin embargo, han existido casos donde de forma “inexplicable” la enfermedad ha desaparecido debido al uso de la fe. De acuerdo con tales expacientes de VIH y SIDA, creer en el Dios de lo imposible hizo realidad su sueño de recuperar la salud.

«Un milagro me curó del VIH, cáncer y asma»

«El diagnóstico era terrible: había contraído VIH por una transfusión de sangre. Esa noticia cambió vida en todos aspectos. Primero, porque la cantidad de medicamentos que me suministraban era grande; segundo, porque empecé a tener otros efectos, como que se me cayera el cabello y perdiera peso. Por último, no podía dormir, veía sombras extrañas en mi casa y entré en un cuadro depresivo.

Al VIH se le sumaron otras enfermedades, como asma bronquial, cáncer cervicouterino y osteoporosis. Esto me llevó a quedarme prostrada en un sillón dependiendo de un tanque de oxígeno para respirar. ¡Deseaba morirme!

Cuando parecía que mi fin sería trágico, Dios me mostró que no. Esto sucedió cuando supe de la Universal y, a duras penas, la visité. Durante la reunión, mi fe se encendió al escuchar esta promesa: “… el que cree en mí [Jesús], aunque esté muerto, vivirá”. Abracé esas palabras con toda mi fuerza, participé en la Hoguera Santa y me mantuve creyendo que la respuesta llegaría.

Después de algunas semanas, ya no necesité el tanque de oxígeno. Esa fue una señal de que era el principio de más respuestas, como que otros exámenes clínicos demostraran que el VIH era indetectable en mi organismo. Con el tiempo, también sané del cáncer, la osteoporosis y el asma. Ya no tuve que tomar medicamentos y retomé mis actividades normalmente.» -Mayté López