Consagración de la Mujer Virtuosa

A pesar de la sabiduría que poseía, Salomón no fue sabio con respecto a su vida amorosa. La Biblia relata que él tuvo más de mil mujeres, entre esposas y concubinas.

Sin embargo, eran mujeres extranjeras e idólatras, que no temían a Dios y, por eso, lo influenciaron negativamente,

Salomón, más que cualquier otro hombre, experimentó el poder de la influencia que una mujer posee sobre el marido, para bien o para mal. En el caso de él, para mal. Involucrarse con esas mujeres lo llevaron a la ruina completa.

No por nada la descripción de la mujer amarga es de él:

“Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso” (Eclesiastés 7:26).

Lamentablemente, debido a sus propias elecciones, Salomón no conoció a otro tipo de mujer descrito en la Biblia: la virtuosa. Aquella que solo engrandece la vida del marido. Debido al carácter de ella, él es respetado.

“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” (Proverbios 31:10).

Como dice el versículo, ese tipo de mujer es poco común, como una piedra preciosa, por eso, cuando es encontrada, es tan valorada.

“La mujer virtuosa posee cualidades que la vuelven especial. Ella no prioriza factores externos, como la belleza, la apariencia o las habilidades, aunque esas cualidades aparezcan naturalmente en su vida. Ella invierte en su interior, colocando su relación con Dios por encima de todo. Con esto, la fuerza de su espíritu, su carácter y su sabiduría reflejan su intimidad con el Señor. La mujer virtuosa también ayuda a su marido y lo hace alcanzar la gran estima por medio de su buena influencia. Así, por ser sabia, se convierte en la mayor bendición de su vida. Las mujeres que desean tener la vida guiada por la Sabiduría Divina deben buscar en el Altísimo las cualidades de la mujer virtuosa. Ante esto, se volverán un referente tanto para la familia como para los que las rodean”, explica el obispo Edir Macedo.