Cardiomegalia: los problemas de tener un corazón grande
No se puede prevenir, pero sí se puede tratar
De acuerdo a World Heart Federation, solo en México, las enfermedades no transmisibles (ENT), como las cardiovasculares, representan el 77 % del total de las defunciones en adultos. Una de estas es la cardiomegalia, que es un aumento del tamaño del corazón más allá de los estándares habituales.
«Tener un corazón grande representa un problema porque el miocardio se va adelgazando. La sangre entra en las cavidades y como no tiene fuerza para expulsarla, el líquido se va acumulando. Lo que da como resultado fatiga, sensación de falta de aire, piernas pesadas y, sucesivamente, otros órganos se quedarán sin sangre. En casos más extremos se puede sufrir un infarto o muerte súbita», explica el doctor Fernando Fernández Bueno
Esta condición puede ser temporal, debido al embarazo, al estrés o a otros padecimientos, tal y como lo expone Fernández: «las personas con insuficiencia cardiaca, hipertensión, diabetes, enfermos renales dializados, infecciones como el mal de Chagas y quienes abusan del alcohol, son los más propensos a tener un corazón grande».
Una de las formas de detectarla es mediante una radiografía del pecho. «Se mide el tórax y el corazón, si el resultado es más de la mitad, tenemos una cardiomegalia. Se debe determinar qué padecimiento es el que la provoca y tratarla cuanto antes, centrándonos en los problemas cardiológicos», finaliza el especialista.
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«Tenía un problema en el corazón: crecía más de lo normal»
«Cuando me di cuenta que al hablar, caminar o subir una pendiente me agitaba mucho, fui a hacerme unos análisis médicos para que me dijeran por qué me faltaba el aire. Luego de un electrocardiograma, me dieron la noticia de que mi corazón estaba creciendo y era un poco más grande de lo normal.
El doctor me recomendó ir con un cardiólogo para controlarme y ver qué tratamiento o medicamento me podrían funcionar mejor para tratar mi problema.
Tenía mucho miedo, no sabía qué iba a pasar conmigo.
Mi situación cambió al aceptar ir a la Universal. En las reuniones, aprendí a usar la fe y determiné mi sanidad. Me dijeron que el único que podía transformar mi salud era Dios y no me equivoqué: con el tiempo, dejé de agitarme y mi respiración se normalizó.
Al realizarme unas nuevas radiografías, la misma doctora se sorprendió. “Tu corazón está muy bien, no tienes ningún problema. Estás sana”, me dijo.
Soy feliz y agradecida por haber tomado la decisión correcta al entregarme al Señor Jesús. Mi confianza y mi fuerza no me fallaron. Él me ayudó cuando nadie más lo hizo.» -Juana Arroyo
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