¿Acostumbras dar excusas para los errores que cometes?
Aprende por qué dejar de colocar la culpa en los demás puede cambiar tu conducta y transformar tu vida
¿Quién no se ha metido en algún problema porque aceptó la invitación de un amigo malintencionado y después intentó justificarse diciendo que fueron las malas compañías que lo influenciaron? Tan común como dar esa excusa es poner la responsabilidad en la espalda del diablo afirmando que existe una maldición en tu vida y que la culpa no es tuya por estar en esa situación. Es claro que todas esas justificaciones pueden realmente tener sentido en un cierto momento, pero no son el motivo para que las cosas sucedan.
Muchas veces las amistades pueden influenciar nuestras decisiones, pero hay un detalle que no puede ser desconsiderado en ninguna situación: somos seres que piensan, inteligentes, capaces de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, y si pensamos antes de tomar cualquier decisión o actitud, el resultado podrá ser diferente. Por eso, al colocar la culpa solamente en los demás o en el mal, estamos dando una excusa.
Necesitamos preguntarnos si muchos de los malos momentos por los que pasamos, (y es natural que pasemos por ellos a lo largo de nuestra vida), podrían ser evitados si pensáramos un poco más, antes de tomar una decisión.
¿No será que también es más cómodo no asumir la culpa por nuestros actos? Pues de esa forma no tenemos que lidiar con el hecho de tener que reflexionar, por mínimo que sea, sobre como actuamos y lo que realmente nos llevó al punto en el que estamos. Lo peor es que no necesitamos cambiar de actitud con relación a lo que estamos pasando. Este comportamiento también perjudica nuestro crecimiento personal sin que lo percibamos. Muchos pueden decir que estaban sin salida, desesperados y que no podían actuar de otra manera, pero la verdad es que siempre hay una opción. A veces, lo que falta es coraje para actuar de la manera correcta.
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Al diablo le debe dar risa cada vez que alguien dice que la culpa por determinada situación es de él, cuando en realidad, él no tuvo que hacer ninguna maniobra tramposa para poner a la persona en la situación humillante en la que está. Si él de por sí ya se aprovecha de las fragilidades de las personas, imagine su alegría cuando ellas se entregan a él por decisión propia sin siquiera darse cuenta.
Cuantos están sin perspectiva de futuro, llenos de deudas, enfermos, con el matrimonio destruido por tantas traiciones, o hasta peor, privados de su libertad (pues se involucraron con el crimen) y le atribuyen al diablo sus desgracias, cuando el trabajo fue todo de ellos al tomar la decisión equivocada. Pese a ser verdad que todos se equivocan, insistir en el error, como dice un viejo dicho, es necedad. Por eso es preciso detenernos en determinados momentos de nuestra vida, para analizar nuestra conducta y cambiar lo que se debe cambiar.
La gran verdad es que todavía a muchos les falta tener una alianza con Dios, que es lo que les traerá el equilibrio para resistir ante las invitaciones del mal, ya sea que provengan de amistades equivocadas, ya sean de maldiciones. Es un hecho, el hombre que tiene el Espíritu Santo tiende a anticipar las trampas del diablo y se sabe proteger contra ellas, incluso evitando situaciones que lo lleve a actuar de forma equivocada, pues, más allá de que tiene un pacto con Dios, actúa con inteligencia.
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