¿A quién ven cuando te miran?

Después de las tragedias, fracasos, desilusiones y decepciones de la vida es posible recuperar el deseo de vivir mediante el Espíritu Santo, Él es la santa medicina, porque cuando alguien es lleno de Su presencia en su interior, Él le sana. Así inició el obispo Franklin con la palabra del Santo Culto del pasado domingo 17 de marzo, pues muchas personas por los traumas, vivencias y pérdidas terminan quedándose sin ganas de vivir, no obstante, el Señor Jesús nos dejó la solución.

«Estas cosas les he dicho estando con ustedes. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho.» (Juan 14:25-26).

La Palabra de Dios dice que el Espíritu Santo es «el Consolador» y enseña todas las cosas, porque en las horas difíciles, en los momentos en los que las cosas no salieron como se planearon o no sabe en quién confiar o no se tiene con quién contar, Él siempre está. Las adversidades de la vida siempre van a aparecer, pero cuando la persona tiene el Espíritu Santo, ella no está sola. Además, Su presencia sana sus heridas, quita el dolor, la fortalece, le da ánimo y sabiduría para que ella sepa cómo reaccionar ante esa situación, y le da paz porque sabe que Él tiene el control de todo.

No obstante, es justamente por la falta de la presencia de Dios que en los momentos de dificultad las personas, por desesperación, terminan haciendo cosas que las perjudican más. Pero la Palabra de Dios dice: «Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho.» (Juan 14:25-26).

El obispo apuntaba que quizás la persona fue maltratada toda su vida y además no tuvo buenas referencias sobre cómo ser esposo(a), padre o madre, tal vez su única referencia fue un padre golpeador o una madre ausente; a lo mejor incluso no tenga estudios para administrar una empresa, pero está escrito que el Espíritu Santo le enseñaría todas las cosas.

«El Espíritu Santo le enseña a la persona todo lo que necesita porque Él es maestro. Pero, para que haga eso, me tengo que entregar a Él, yo tengo que dejar que entre a mi vida. Él quiere transformar su vida, pero no lo hará si no se lo permite, si no se entrega a Él de verdad. Por eso, hay mucha gente que está en la iglesia desde hace mucho tiempo y el Espíritu Santo aún no ha hecho Su obra en ella», enfatizó.

Además, explicaba que esa obra del Espíritu de Dios se nota en la persona, pues quien la ve, ve a Dios. Por ello, como cristianos tendríamos que preguntarnos «¿a quién ven cuando me miran?».

«Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?”» (Juan 14:9).

«Cuando el Espíritu Santo entra en su interior, usted pasa a ser Jesús dentro de su casa; ahora usted representa a Jesús para su familia, para sus hijos, sus padres y sus hermanos. Todo el mundo ve que Jesús está en su vida, no porque usted anda con la Biblia diciendo: “Ah porque está escrito”, como un fanático. No, sino a través de su conducta, su carácter, eso es lo que el Espíritu Santo hace cuando entra en una persona, Él le da paz, es tanta esa paz que, cuando usted llega a su casa, la contagia porque su familia le mira y sus ojos brillan, hay una alegría en su interior. Los problemas siguen estando ahí, pero ellos están afuera, no adentro de usted, porque adentro de usted hay paz», añadió.

Para que esto sea posible, la persona solo necesita entregarle toda su vida a Dios; no necesita hacer una gran oración, solo entregarse con sinceridad sin importar quién sea ella o su pasado, pues Jesús no la condena, Él vino para salvarla.

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