¿Usted ora todos los días?

No se apene con esta pregunta. Al final de este texto usted comprenderá que el hecho de orar todos los días no se trata de cumplir un ritual espiritual. Para ayudarle a entender mejor, es necesario que imagine la siguiente escena: usted se despierta al lado de su cónyuge (en caso de que no esté casado, ahora imagínese así) y, preocupado con los innumerables quehaceres del día, salta de la cama y no habla con él. O si habla es rápidamente, usando palabras cortas y murmuraciones mientras usted corre para que le dé tiempo de cumplir lo que necesita hacer.

En seguida, usted se va al trabajo o a otros compromisos durante el día y no se contacta con él/ella, ya sea por medio de una llamada o por un mensaje. Cuando surge un problema, incluso le pide ayuda a su cónyuge, pero solo se trata de resolverlo porque después regresa a su apresurada rutina, sin tiempo para decir siquiera un “hola”.

Hasta que finalmente usted llega a casa, y en ese momento su pareja piensa que conversarán, pero usted está tan cansado (a) o tan preocupado (a) que ignora a esa persona. El momento de dormir llega y quién sabe si ahora habrá una conversación, pero usted se rinde al sueño.

Un día así hasta puede considerarse “normal”. Pero al otro día sucede lo mismo, y al otro también… ¿Cómo usted evalúa un matrimonio en el cual los cónyuges no reservan un momento de su día para conversar? ¿Cómo cree que está esa relación? Ahora lleve esa misma situación en la relación con Dios.

“Orad sin cesar”

Si usted considera que orar todos los días es una exageración, es posible que la manera en que esté pensando acerca de la oración sea equivocada.

El problema es que muchos tratan la oración diaria como un ritual, que es necesario estar de rodillas, en un determinado lugar, hablando de una forma en específico, que eso demanda tiempo y, por lo tanto, no se puede hacer todos los días.

Sin embargo, la orientación bíblica es: “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Entonces, piense: si tenemos que orar sin cesar, es decir, constantemente, y la oración tiene que seguir todo el protocolo que muchos creen que tienen, esto sería imposible. Imagínese dentro de un transporte colectivo y tener que arrodillarse para orar o mientras realiza las compras en un supermercado.

Pero si viéramos la oración como realmente es, es decir, una conversación (y no es con cualquier persona), cambiaríamos la manera en que tratamos este asunto. Y si aun así la persona no logra reservar un momento de su día para hablar con Dios, ¿usted cree que su relación con Dios es realmente buena?

Conversar con Dios es una necesidad

La verdad es que no existe una relación sin diálogo. Usted solo conversa con quien considera importante para usted, cuyas opiniones tienen valor en su vida y usted confía para abrirle su corazón.

Nuestra Salvación depende de las conversaciones que tenemos con Dios. En ellas exponemos lo que está dentro de nosotros, nos arrepentimos, pedimos dirección, sabiduría. Cuanto más hablamos con Él con temor y sinceridad, más nos parecemos a Él.

En la Santa Biblia con sus anotaciones de fe, el obispo Edir Macedo resalta cuánto valora Dios nuestras oraciones. “El Señor Jesús mostró la importancia de la oración cuando dijo que debemos orar siempre y nunca desmayar. Es imposible recibir las respuestas de Dios así como Sus promesas y, sobre todo, mantener la Salvación, sin una vida de oración”.

Su oración constante revela su fe, pues cuando usted conversa con Dios muestra que cree en Él.

¿Quiere saber más sobre este y otros temas relacionados a la vida con Dios? Participe hoy mismo en las reuniones de la Universal, que se llevan a cabo diariamente, en distintos horarios. Busque la dirección más cerca de su domicilio haciendo clic aquí.

Los miércoles, en todos los Centros de Ayuda Universal, se realiza la “Escuela de la Fe”, una reunión cuya finalidad es el desarrollo de la fe y la madurez espiritual del miembro de la Iglesia, para que tenga una fe solida y, así, pueda enfrentar las luchas de la vida cristiana y permanezca fortalecido rumbo a la Meta, que es la Salvación del alma. ¡Participe!