Tragedias y espíritus malignos ¿puede haber una conexión entre ambos?
La madrugada del 14 de noviembre de 1974, en un condado de Nueva York, el hijo mayor de la familia DeFeo, Ronald, mató a todos los integrantes de su familia. Tras ser capturado, argumentó que unas voces demoniacas le habían insistido que asesinara a sus seres queridos.
Aunque un psiquiatra dictaminó que Ronald padecía un desorden de personalidad antisocial, este argumento, junto con el testimonio del chico resultaron absurdos para el jurado, quien lo condenó a cadena perpetua.
En México, el 24 de abril de 1989, una mujer asesinó a sus tres hijos. Al igual que Ronald DeFeo, culpaba a las voces en su cabeza por el fatídico crimen. Los exámenes neurológicos determinaron que padecía esquizofrenia y fue trasladada al área de psiquiatría de un penal para mujeres en la Ciudad de México.
Mucha gente no cree en espíritus malignos y culpan a las personas por su forma de actuar, a los trastornos de la mente o a las drogas. Pero, el obispo Macedo afirma: «Los espíritus no tienen tamaño y pueden alojarse de acuerdo a sus preferencias en ciertos lugares del cuerpo humano. Cuando se ubican en la mente, enloquecen a las personas; en las piernas, provocan heridas incurables o deformidades; en el estómago, dolores, úlceras e inflamaciones; y así sucesivamente».
La única forma de librarse de ellos es con la protección de Dios. Por eso, si te sientes triste, deprimido o estás pasando por muchos problemas, busca Su ayuda todos los viernes en la Universal más cercana a ti.
Porque sí es posible dejar de sufrir.
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No quería ser agresiva, pero algo más fuerte que ella la obligaba a ser así
«Por un trabajo de brujería que me hicieron, desde niña vi sombras, se me subía el muerto y era imposible dormir con la luz apagada. Por mi inseguridad, sentía que alguien estaba detrás de mí. Por eso, si iba a la calle, era acompañada, nunca sola.
Mi carácter cambió radicalmente, me volví agresiva con mi familia, nadie me decía nada porque siempre estaba a la defensiva haciendo las cosas a mi manera.
Laboralmente las puertas se me cerraron, a pesar de mi esfuerzo, no encontraba trabajo.
Al creer que había nacido para sufrir, caí en depresión: no me bañaba, no comía y llegué a pesar menos de 40 kilos. La gente pensó que estaba loca y yo solo quería cambiar.
Cuando conocí la Universal por medio de una invitación, supe que había algo especial. Llegué sin ganas y salí esperanzada creyendo que mi vida cambiaría.
A pesar de que no entendía muchas cosas, perseveré hasta que comprendí qué era usar la fe.
Así superé los problemas espirituales, el miedo; con el tiempo, me convertí en una mujer segura, mi carácter se transformó. Además, económicamente las puertas se me abrieron. Actualmente soy una mujer bendecida, segura y con muchas ganas de vivir.
Dios hizo posible que mi vida cambiara de esa manera.» -Ana Rosa Huerta
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