Terminar una guerra
La Biblia es un libro que describe muchas guerras. Incluso, el propio Dios Se autodenomina como Señor de los Ejércitos. Él ya enfrentó una guerra en el cielo, dentro de Su habitación, en contra de lucifer. Por lo tanto, entendemos que las guerras son importantes, hasta para el mantenimiento del orden y la justicia.
Pero no siempre es buena idea declarar una guerra, pues no todas las guerras son justas.
Aquellos que defienden la causa equivocada o usan estrategias equivocadas, pueden estar luchando sin expectativas de victorias. Pueden resultar mutilados y, para colmo, con la sensación de derrota en el alma.
Por lo tanto, es necesario tener conciencia sobre contra quién luchar, cómo luchar y cómo finalizar una guerra.
Tal vez usted comenzó la semana declarando la guerra contra su cónyuge, a causa de una situación o una palabra inadecuada. Están viviendo en la misma casa, sin embargo, a duras penas se hablan o se miran. Pero, si quieren continuar con el matrimonio, alguien, sabiamente, necesita tener humildad para levantar la bandera de la paz. Terminar la guerra no siempre es tan fácil como comenzarla.
Pero, cuando la guerra es un malentendido, es necesaria la reflexión. A final de cuentas, como dice el viejo dicho: «es mejor tener paz que vencer una discusión».
No podemos luchar en contra de las personas, porque no combatimos contra sangre y carne, sino principados y potestades.
Sin olvidar que nuestra guerra de cada día debe ser en contra del pecado, en contra de los estándares mundanos contrarios a Dios y en contra de satanás y sus trampas. Debemos luchar en contra de la corrupción interna que habita en nuestra propia carne.
Dejar la verdadera guerra a un lado, para luchar guerras de carácter personal, vanidoso e interesado, es causarse debilidad a sí mismo. En la vida es fundamental aprender a identificar y luchar las verdaderas batallas.
Reflexionemos sobre cuándo es el momento de finalizar un conflicto y, sobre todo, cómo nos retiramos de él, porque podemos dejar la guerra, pero no podemos borrar el rastro de destrucción que se queda en el camino.
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