Tengo todo, pero no tengo nada

Tengo todo, pero no tengo nada

Por Departamento Web 2

«Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.» (3 Juan 1:1). El apóstol Juan habló sobre alma próspera. Y, si existe el alma próspera, entonces existe el alma pobre, ¿cuál es la diferencia? Durante el Santo Culto del pasado domingo 30 de julio, el obispo Franklin Sanches explicó al respecto. «La pobreza es un término que se caracteriza por la falta de determinadas cosas. Por ejemplo, la falta de dinero provoca la pobreza material. Pero, la pobreza de alma, ¿cómo se manifiesta?», comentó.

Cuando el alma es pobre, vive necesitando cosas. Sufre con depresión, tristeza y angustia; piensa que, solo con dinero, una casa mejor, pareja o hijos, trabajo o viajes será feliz. No obstante, el alma es una cosa espiritual y no se sacia con lo material.

De acuerdo con el obispo, «solo el Espíritu Santo puede ocupar ese espacio. Usted puede tenerlo todo, pero será infeliz mientras su alma no Lo tenga a Él. Será como un niño: quiere un juguete, usted se lo da y después ya no quiere ese, sino otro juguete, y así sucesivamente. Esa búsqueda comienza en la niñez».

Por lo tanto, nada ni nadie cabe en el alma, solamente Dios. A veces uno ve a un rico o famoso, pensando que la vida que él o ella tienen es lo que usted necesita, pero muchos de ellos lo tienen todo (dinero, fama, parejas, hijos) pero ese «poder», aunque los satisface por un momento, no encaja en su alma. La Palabra de Dios nos ejemplifica esto.

«Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad. Y un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos y era rico, trataba de ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, ya que él era de pequeña estatura» (Lucas 19:1-3).

Zaqueo era jefe de los recaudadores, un hombre rico. Pero fue a buscar a Jesús porque quería conocerlo, no fue para que lo sanara, porque no tenía enfermedad, ni para prosperar ni para tener un mejor trabajo. Este hombre había escuchado que las personas que se acercaban a Jesús eran felices, y él, pese a tenerlo todo, no tenía paz. «Tal vez usted dice: “Yo solo quiero ser feliz” o “Para qué nací”. Eso es porque su alma está pobre. Y eso le provoca esa necesidad», dijo el obispo.

«Y corriendo delante, se subió a un sicómoro para verle, porque Jesús estaba a punto de pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa» (Lucas 19:4-5).

A aquel hombre —a quien todos odiaban— Jesús le dijo que se iba a quedar en su casa. Eso es lo que Jesús quiere hacer hoy, entrar en su casa, es decir, en su alma y corazón. «Entonces él se apresuró a descender y le recibió con gozo. Y al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Ha ido a hospedarse con un hombre pecador» (Lucas 19:6-7).

Muchos murmuraron, pues envidiaron a Zaqueo, pero esas personas eran pobres en el alma. Pero Dios ve los corazones. Usted puede haber cometido muchos errores y piensa que Dios no lo va a perdonar. No obstante, Él ve que ya no quiere continuar en el error. Por ejemplo, Zaqueo cargaba con la culpa de su pasado, sabía que se había enriquecido a base de engaños, pero Jesús vio su corazón y supo que quería cambiar.

«Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado» (Lucas 19:8).

Ahí vemos que, cuando la persona tiene riqueza en el alma, lo material ya no tiene valor. No se trata de no luchar por tener bienes materiales, sino de entender que la mayor prosperidad es la del alma. Si usted enriquece su alma recibiendo el Espíritu de Dios, Él le puede dar todo lo que quiera. Zaqueo tomó esa decisión. «Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19: 9-10).

Jesús también quiere salvarlo a usted, darle esa riqueza que es incontable. Si Lo busca en primer lugar, con fe, las demás riquezas le serán añadidas. Únicamente a través de Él es posible ser verdaderamente feliz.

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