¿Qué revelan tus oraciones sobre ti?

Si eres una persona que ora, que expresa alguna petición, sentimiento o pensamiento a Dios, es posible aprender mucho sobre ti mismo poniendo atención a lo que pides en tus oraciones. No oras por cosas o personas que no son importantes para ti. Por el contrario, tus oraciones se centran en lo que valoras. Por lo tanto, de ese modo es posible notar lo que es valioso en tu vida y, de esta manera, aprendes más sobre ti mismo.

La mayoría de las personas hacen peticiones personales en sus oraciones, es decir, algo que las beneficie. No es que Dios no nos dé el derecho de pedir cosas personales; esto está permitido y es alentado por Él. Sin embargo, el problema surge cuando oras solo para obtener algo que tenga impacto en tu vida.

Cuando tus oraciones incluyen cosas que te beneficiarán solamente a ti, entonces estás lleno de egoísmo y de ti mismo en lugar de estar verdaderamente lleno de lo que Dios quiere que estés lleno.

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El ejemplo está en el Padre Nuestro. Los discípulos le preguntaron al Señor Jesús cómo debían orar, y en esta oración vemos cómo deben ser las peticiones. Cuando decimos «Padre nuestro que estás en los cielos», la oración primero identifica a Dios, quién es Él y dónde habita. Él es el Padre y reside en los cielos, así como también en la Tierra y en todos los rincones. Cuando menciona la petición «santificado sea Tu nombre», vemos las primicias aplicadas en la oración, con la primacía especificada antes de cualquier otro deseo. Al decir «santificado sea Tu nombre; venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad, así en la Tierra como en el cielo», vemos tres peticiones hechas para Dios: que Su Nombre sea santificado en la Tierra, que Su reino venga y que se haga Su voluntad. Así que, al comienzo de la oración, aprendemos a buscar que se haga la voluntad de Dios, que es infinitamente mejor que la nuestra.

Después de eso, Jesús nos enseña a pedir el «pan nuestro» y nos da la oportunidad de pedir lo que necesitamos. Entonces, cuando ores, pide solo lo que necesitas en ese momento. Enfócate en el presente, ya que el pasado ya no existe y el futuro aún está por venir. Cuando recitas el Padre Nuestro, aprendes a vivir en el presente, y la mayoría de las preocupaciones que giraban en torno al pasado o al futuro ya no forman parte de ti. Por supuesto, Dios puede dar mucho más de lo que pides o piensas, pero no te preocupes por eso. Preocúpate por tus necesidades, y Dios se complacerá. Tampoco olvides cumplir tu deber de perdonar a los demás.

Pon atención a tus oraciones y ajusta lo que pides, cómo lo pides y por quién pides. Haz oraciones mejores y, sin duda, obtendrás respuestas más grandes.

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