«No le hablo a esa persona porque…»

<strong>«No le hablo a esa persona porque…»</strong>

Por Departamento Web 2

¿Hay personas en tu familia y en tu circulo social a las cuales no les diriges la palabra o a las que solo les dices palabras duras o las mínimas posibles?

Si la respuesta fue positiva, lee este versículo: «Y vieron sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos; por eso lo odiaban y no podían hablarle amistosamente» (Génesis 37:4).

José fue vendido a los ismaelitas por sus hermanos y después a los egipcios, y fue esclavo en Egipto durante 13 años.

En esa historia tuvo uno de los mayores giros bíblicos, por el hecho de que José pasó de ser esclavo a gobernador de Egipto e, incluso después de la actitud que sus hermanos tuvieron con él, Dios lo usó para salvarlos.

José era el primogénito de Raquel y tenía 12 hermanos. Jacob, su padre, no escondió en secreto la preferencia que tenía por él en relación con todos los demás, y ellos pasaron a odiarlo. Todos los hermanos de José decidieron seguir el camino de odio, rabia, envidia y venganza. Por ejemplo, cuando sus hermanos cometían errores en el campo, José le contaba a su padre e incluso después les relató el sueño que tuvo de que todos ellos se inclinarían un día delante de él.

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De la misma forma, innumerables veces nos equivocamos al hablar de más o hablar menos. Uno de los mayores males en las familias es el hecho de que los miembros no se hablen dentro de la casa. Las personas hoy en día se sientan a la mesa, viven bajo el mismo techo, pasan por los mismos espacios de la casa, pero no se miran ni a los ojos unos a otros y hay una frialdad cruel entre ellas.

Entonces, si tú dices: «Yo no hablo con tal persona porque ella no merece mi atención», piensa: «¿Qué gano hasta hoy con eso?», es posible imaginar solo cosas malas que has acumulado, como el orgullo, obstinación y rencor.

Si no le hablas a una persona, es porque te acuerdas de lo que sucedió entre ustedes; es decir, estás alimentando el resentimiento. Todas las veces que la miras, necesitas esforzarte por tratarla diferente a las demás, por lo tanto, vienen a tu memoria cosas malas. Maltratas a la persona hasta que te pida perdón, pero después de que lo hace, todavía le reclamas. Es un juego en donde nadie gana y ambos pierden mucho.

Los hermanos de José y su padre fueron a Egipto en busca de comida y no imaginaban que él era gobernador. José podría haberse vengado, pero no lo hizo. Él perdonó a sus hermanos y eso transformó su vida. Entonces, aunque alguien se equivoque contigo, perdona, pues mientras estás resentido, las manos de Dios no pueden moverse a tu favor. Si alguien en tu casa no te habla, tu pregunta debe ser: «¿Yo ya hice todo lo posible para que esa persona me perdone?». Haz tu parte y quita esa culpa de tu interior; y si ella no te habla, ya será su problema. Lo demás déjaselo a Dios.

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