Los «noes» de Dios

Los «noes» de Dios

Por Departamento Web 2

Ni los propios patriarcas de la fe, siendo hombres temerosos, fueron exentos de las dificultades.

¡Cuánto debe haberle dolido a Abraham separarse de su hijo Ismael y enviarlo lejos de casa! ¡Cuán larga fue la espera de casi 25 años para la llegada de Isaac!

Por su parte, Isaac fue un excavador incansable de pozos, pues sus reservas eran obstruidas por sus enemigos. Además de eso, él sufrió en el atardecer de su vida una ceguera implacable.

Jacob, a su vez, cargó una lista de dolores. Pero, cito lo que leemos en la Biblia, él pasó toda la noche luchando con Dios. El patriarca resultó con la articulación del muslo herida por el Ángel del Señor. Una herida articular tan dolorosa que, probablemente, lo hizo cojear por el resto de su vida.

Es importante comprender que, a veces, Dios permitirá ciertos sufrimientos, porque Él tiene un mayor propósito por realizar, específicamente, en la vida de aquella persona.

¡Qué maravilla, Él nos trata de un modo particular y especial!

Y, no es porque Dios puede hacer todo que Él hará todo para facilitar nuestra vida.

Los padres entienden bien esa realidad. Si ellos atienden, prontamente, todos los deseos del hijo, en lugar de educar buenos ciudadanos, crearán monstruos perversos que se causarán daños a sí mismos y a los demás.

De la misma forma es con Dios. Si Él hace todo lo que queremos en el tiempo que queremos, tendrá hijos mimados, ingratos y sin ninguna noción de los valores.

Además de eso, nuestra relación con Él se basaría solamente en recibir y no en ofrecer.

Entonces, el Altísimo es Dios cuando cura y cuando permite que la enfermedad continúe.

Él continúa siendo bueno cuando libra de la muerte y cuando permite morir.

Hay una faceta graciosa de bondad en todas las cosas que el Señor nos permite pasar.

Una vez, un leproso le dijo a Jesús: «Y he aquí, se le acercó un leproso y se postró ante Él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.» (Mateo 8:2).

Este hombre tuvo la revelación de que Dios no siempre hará todo lo que Él puede hacer, pues, el Todopoderoso actúa mediante Su voluntad y Su omnisciencia, no solamente en función de su poder. Y su voluntad es buena, perfecta y agradable, aunque no sea agradable para nuestra carne, es decir, la voluntad humana.

Por lo tanto, la voluntad humana se opone a la voluntad Divina, porque es mala, imperfecta y desagradable.

Por ello, Dios no existe para realizar nuestros sueños, como un genio de la lámpara. Cuando ponemos atención a Su Palabra, buscamos el cumplimiento de las promesas, pero, sobre todo, queremos honrarlo con la confianza de que aceptamos Su voluntad soberana y Su perfecto cuidado para nosotros. Aceptamos que TODO lo que Dios nos permite pasar coopera para un bien mayor, que es nuestra salvación.

Por lo tanto, yo abrazo los «noes» de Dios, pues en ellos hay libramientos y bendiciones Y usted, ¿logra vivir esa dimensión de fe?

Por Núbia Siqueira

Continúa con: El Cuerpo y el Alma del Señor por el cuerpo y el alma de los que creen

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