¿Lo que quieres es lo que más necesitas?

Si en este momento tomaras una hoja de papel y empezaras a escribir todo lo que deseas, probablemente te encontrarías frente a una lista enorme de deseos. Estos deseos pueden haber surgido de tus necesidades o de tu codicia por cosas que están constantemente ante tus ojos.

Tomemos un ejemplo simple de una necesidad básica: la ropa. Digamos que miras tu armario y concluyes que necesitas un abrigo, ya que estamos en invierno. Compras un abrigo. Hasta aquí todo bien. Pero luego, al navegar por las redes sociales, ves que tus amigas están usando un abrigo que está de moda y, en consecuencia, te sientes insatisfecha con el modelo que compraste y empiezas a desear otro abrigo.

Este es solo un ejemplo común, pero es el tipo de situación que puede ocurrir en cualquier área de la vida. Muchas mujeres son vulnerables a esto y, no es casualidad, que las empresas inviertan en publicidad para despertar el deseo del público femenino por sus productos. ¿Alguna vez te has preguntado si las cosas que deseas tanto son realmente necesarias?

La trampa de la codicia

Muchas personas se alejan de Dios debido a la codicia. Esto le sucedió al pueblo de Israel, quienes, a pesar de la protección que Dios les brindaba, comenzaron a mirar y desear lo que tenían los otros pueblos, que eran idólatras.

Normalmente, las personas comienzan a mirar la vida de los demás, a desear lo que no tienen. Ellas tienen lo que necesitan, pero quieren lo que no tienen.

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Un ejemplo de codicia es como cuando una mujer tiene una casa, pero está insatisfecha porque no tiene una piscina como la de otra persona, o cuando una mujer tiene ropa, pero no es de marca como la que usan otras mujeres. También hay personas que, aunque están casadas, se involucran con otro hombre, que, según ellas, es mejor que sus esposos.

Quienes codician lo que no tienen no se percatan de las consecuencias negativas que este deseo inapropiado puede generar. No es de extrañar que uno de los mandamientos sea el de no codiciar (Éxodo 20:17). Al principio, la persona mira lo que no tiene y, a partir de ahí, el deseo de tenerlo genera en ella la codicia.

¿Qué hacer?

Para no caer en esta trampa, lo mejor es no mirar, no seguir ni escuchar a nadie. Es mejor no ve lo que no se puede tener.

Cuando la mujer deja de enfocarse en lo que aún no tiene y evita las comparaciones con los demás, está lista para vivir como exhorta la Palabra de Dios: «Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis, porque Él mismo ha dicho: Nunca te dejare ni te desamparare» (Hebreos 13:5).

Y contentarse en este caso no significa conformarse con lo que tienes, sino apreciar todo lo que ya posees. Esto es señal de gratitud y demuestras confianza en que Dios suplirá lo que realmente necesitas.

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