Lavando ropa

“En todo tiempo sean blancos tus vestidos,  y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Eclesiastés 9:8).

Vivimos en un mundo manchado por el pecado, pero debemos mantener nuestras vestiduras limpias. Mantenernos puros en un mundo impuro. Para que eso sea posible, es necesario tener los ojos fijos en la Palabra de Dios, negando nuestra propia voluntad para hacer Su voluntad.

Esté atento a sus elecciones de hoy. Cuando lo encierran en el tránsito, en vez de pelear, elija no reaccionar y, en su mente, bendiga al conductor imprudente. Al ser despreciado en el trabajo, elija no ensuciar su corazón con rencor y, en su mente, bendiga a quien lo despreció. Al ser ofendido, perseguido, insultado, haga lo mismo. A veces es necesario soportar, si ese fuera el precio para mantener su salvación.

El aceite sobre la cabeza es el Espíritu Santo, que debe dirigir sus pasos. Busque el Espíritu Santo, sea donde sea que usted esté. También aquí hay una cuestión de elección. En vez de perder su tiempo con inutilidades en Internet y en la televisión, mantenga su comunión con Dios.

Pida perdón, perdone, medite en la Palabra de Dios, practique lo que aprendió. Mantenga su conciencia limpia, su corazón puro, permanezca lleno del Espíritu Santo, con alegría y paz. O llénese de dudas, informaciones inútiles, malos ojos, pesimismo, ansiedad o depresión. La elección es suya y será hecha a lo largo de este día. Abra los ojos.

Sepa hacer sus elecciones con inteligencia. Sus vestiduras deben  permanecer limpias y mantenerlas así es su responsabilidad.

Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo

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