La recompensa es para los que Lo buscan

La recompensa es para los que Lo buscan

Por Departamento Web 2

Hay personas que son depresivas, tienen vicios o se autolesionan porque en su interior hay un espíritu maligno. No obstante, en la Universal podemos encontrar ejemplos de quienes ya fueron así, pero hoy están transformadas, tienen paz y una vida bendecida. Pero ¿qué cambió en ellos? Hubo un cambio de espíritu.

Cuando el espíritu inmundo salió de ellos, entendieron que necesitaban otro espíritu, que es el Espíritu Santo. Y cuando Él entra en una persona, cambia completamente la manera de pensar y actuar. «Uno puede estar dentro de la iglesia toda una vida, pero estar frustrado y fracasado, aun conociendo la Palabra de Dios. Pero, mientras ella no cambie su manera de pensar, es decir su espíritu, no cambia de vida», afirmó el obispo Franklin Sanches al inicio del Santo Culto del pasado domingo 2 de julio.

Como en algunos no hay actitudes diferentes, no hay una reacción. La Biblia nos da un ejemplo de cambio de espíritu con el caso de Gedeón. «Ya conocemos su historia: era un hombre miedoso, con complejos de inferioridad; sin embargo, cuando fue poseído por el Espíritu de Dios, su mentalidad cambió», dijo el obispo. Incluso, es necesario comprender que el cambio de mente (espíritu) no es algo humano. Nadie puede cambiar su propio espíritu. Ningún diploma o preparación académica puede hacerlo, solo el Espíritu Santo puede dar un espíritu nuevo e ideas transformadas. Eso ocurrió en la mente de Gedeón:

«Entonces se levantó temprano Jerobaal, es decir Gedeón, y todo el pueblo que estaba con él, y acamparon junto a la fuente de Harod; y el campamento de Madián estaba al norte de ellos, cerca de la colina de More, en el valle. Y el Señor dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que yo entregue a Madián en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, diciendo: Mi propia fortaleza me ha librado. Ahora pues, proclama a oídos del pueblo, diciendo: Cualquiera que tenga miedo y tiemble, que regrese y parta del monte Galaad. Y veintidós mil personas regresaron, pero quedaron diez mil» (Jueces 7:1-3).

«Preste atención: cuando usted tiene el Espíritu Santo, sus capacidades como persona no son las que le harán vencer, sino el Espíritu de Dios, para que uno no se vuelva orgulloso», señaló el obispo. Por eso, a veces Él permite que la persona tenga «caídas», porque es muy orgullosa. Algunos, al ser inteligentes y creerse mucha cosa, piensan que serán suficientes, pero no. La persona necesita aprender a depender solo de Dios.

Cuando Gedeón se fue a la guerra, juntó a 32 mil hombres, mientras que el ejército enemigo era de 135 mil. «Humanamente, era una batalla perdida. Incluso, Dios le pidió a Gedeón que enviara de regreso a los miedosos, porque Dios no puede contar con ese tipo de personas. La única cosa que el Señor necesita para transformar su vida es su fe», agregó.

No se trata de una fe religiosa, sino sobrenatural, que es una revelación del Altísimo para el ser humano: «Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11:1).

La fe no se puede sentir, ver o tocar; es la certeza de que lo que Dios prometió —sin importar las circunstancias— va a acontecer.

Y es que los miedosos —también existe una versión bíblica que les dice «cobardes»— son los que abandonan la fe. Hay que comprender que la vida con Dios no es solamente de victorias y conquistas; uno también enfrentará adversidades. Pero el que tiene una fe miedosa y cobarde, se retira, pues no tiene la certeza de que el Señor está con él.

«Y el Señor dijo a Gedeón: Todavía el pueblo es demasiado numeroso; hazlos bajar al agua y allí te los probaré. Y será que de quien yo te diga: “Este irá contigo”, ese irá contigo; pero todo aquel de quien yo te diga: “Este no irá contigo”, ese no irá. E hizo bajar el pueblo al agua. Y el Señor dijo a Gedeón: Pondrás a un lado a todo aquel que lamiere el agua con su lengua, como lame el perro, y a todo el que se arrodille para beber. Y fue el número de los que lamieron, poniendo la mano a su boca, trescientos hombres; pero todo el resto del pueblo se arrodilló para beber. Entonces el Señor dijo a Gedeón: Os salvaré con los trescientos hombres que lamieron el agua y entregaré a los madianitas en tus manos. Que todos los demás del pueblo se vayan, cada uno a su casa» (Jueces 7:4-7).

El primer grupo que se retiró fue el de los miedosos; el segundo grupo fue el de los que se arrodillaron, se doblegaron —este segundo grupo son los conformistas o resignados, quienes tal vez no abandonaron la fe, tienen una mentalidad de resignación—. Mientras que los 300 que quedaron fueron los que se llevaron el agua a la boca con la mano, esto quiere decir que, mientras bebían, estaban vigilando; eran aquellos a quienes Dios necesitaba para poder hacer maravillas.

Hoy Dios está buscando a esta clase de personas, que no son miedosas, resignadas ni conformistas, ¡sino que tienen la fe de que no hay nada imposible!

Puede que estas personas estén —como lo mencionamos al principio— en los vicios, en la depresión, en la miseria, que sean hombres y mujeres aparentemente sin futuro, que no tengan nada… Sin embargo, Dios lo que quiere es disposición. «Amigo(a), el Espíritu Santo quiere entrar en su vida también. Si Él toma posesión de su vida, su mente va a cambiar. Tal vez en este momento se pregunta: “Obispo, ¿qué hago para que eso suceda conmigo?”».

Quizá usted viene a la iglesia para resolver sus problemas, pero el Señor Jesús enseñó que es necesario buscar primero el Reino de Dios, que es el Espíritu Santo, y todas las demás cosas serán añadidas. Entonces, lo que necesita entender es la falta de Su Espíritu en su vida.

No se preocupe, Él recompensa a los que Lo buscan. Y una cosa es necesaria, entregarle el 100 % de su vida a Dios.

Si usted le dice: «Señor, yo quiero que cambies mi mente y mi interior», el Espíritu Santo, por esa fe, le transforma. Entonces, acérquese a Él con la plena certeza de que le escucha (lea Hebreos 11:6).

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