La fe nivela a todos delante de Dios

Con esa frase arrancó el Santo Culto con el obispo Franklin Sanches, el pasado domingo 15 de octubre en la sede nacional. En este encuentro miles de personas aprendieron que, cuando una persona usa la fe, no importan sus condiciones físicas, intelectuales o materiales, ni tampoco su nacionalidad, eso no limita el actuar de Dios, porque ante los ojos del Señor, cuando usamos la fe, todos somos iguales. Es decir, lo único que llama la atención de Dios, es la fe que una persona tiene en Él.

El obispo comentó que, a pesar del pasado y los errores cometidos por una persona, el Señor no mira para eso, sino que mira su fe, porque a través de ella es posible alcanzar una bendición y, sobre todo, Su presencia.

No es cualquier fe

«Cuando hablo de fe, me refiero a la entrega al Señor Jesús, cuando yo pongo toda mi fe en Él. Porque muchas personas han tenido fe, pero en muchas cosas: en religiones, en personas; han tenido fe en todo, pero no han puesto esa fe únicamente en Jesús, y por eso no obtienen lo que quieren.» aclaró.

La fe bíblica, aquella que está en el Señor, no distingue títulos. El obispo explicó que él no será más bendecido que los demás solo porque es un obispo, pues Dios trata a todos igual, debido a que la fe los pone en el mismo nivel, no hay diferencias. Lo que justifica a las personas delante de Dios es su fe. Pero esta no puede ser solo de palabras, pues como está escrito en Santiago 2:17, la fe se debe reflejar en nuestras acciones y actitudes.

«Pero alguien dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan.» (Santiago 2:18-19).

Aunque el texto bíblico menciona que hasta los demonios creen, esa es una fe muerta porque no está acompañada de actitudes. Una persona que tiene una fe así, que cree por creer, no cambiará nada en su vida, porque solo es una fe religiosa, una fe teórica.

Ejemplos de fe: Abraham y Rahab

En este encuentro, el obispo, siguiendo el texto en el libro de Santiago, comparó dos personajes, quienes, a pesar de sus diferentes procedencias, gracias a su fe, los dos vieron la manifestación de Dios en sus vidas:

«Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras, y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada; y se cumplió la Escritura que dice: “Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia”, y fue llamado amigo de Dios. Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe. Y de la misma manera, ¿no fue la ramera Rahab también justificada por las obras cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?» (Santiago 2:20-25).

Abraham es considerado el padre de la fe y es un pilar en el cristianismo, judaísmo y el islam por su creencia en un único Dios. Y, como a lo largo de su caminata con el Altísimo tuvo una fe con obras, fue llamado amigo de Dios. Pero como la fe no es limitada, e iguala a todas las personas, también Rahab, que era una prostituta, fue justificada delante de Dios. «O sea, ella fue bendecida como Abraham fue bendecido; ella fue honrada como Abraham fue honrado, porque la fe nivela a todos. Entonces usted no puede pensar: “ah, yo no soy bendecido por eso o aquello”. Con la fe, usted puede tener una vida bendecida, una vida próspera, independientemente de su nivel educativo, porque no es eso lo que le garantiza ser una persona victoriosa, sino que es la fe», mencionó.

Asimismo, el obispo enfatizó que, a pesar de que la persona haya crecido escuchando ideas limitantes como «tú no eres bueno para nada» e incluso se encuentre acomplejada por algún aspecto en su vida, lo que ella tiene que entender es que, a pesar de eso, puede cambiar su situación. La Biblia nos revela que delante de Dios, cuando usamos nuestra fe, todos estamos en el mismo nivel, como estuvo Rahab en comparación con Abraham, porque la fe nos coloca en la misma condición. La diferencia no radica en si unos tienen fe y otros no, ya que Dios nos dio fe a todos para poder enfrentar cualquier situación, sino en lo que cada uno hace con ella, debido a que es una decisión personal cómo usar la fe y en qué apoyarla.

Siendo así, ya no hay excusas para victimizarse, las personas ya no pueden decir:

«Pobre de mí, porque yo soy eso o lo otro»; «porque yo no merezco», etc. Pues usted no depende de eso, pues a través de la fe, al igual que cualquier otra persona, usted puede.

«Es decir, que todos ante Dios tenemos las mismas condiciones, las mismas posibilidades, las mismas oportunidades. “Pero, obispo, yo estoy por primera vez aquí en la iglesia” no importa, pues, aunque otro puede estar 30 años en la iglesia, eso no significa que será más bendecido que aquel que está aquí por primera vez, porque la fe nivela a todos. No hay excusas ni para mí ni para usted, y la prueba está en Abraham el padre de la fe y Rahab, la ramera, pues de la misma forma Dios los justificó y los bendijo» añadió.

Quien al igual que ellos también quiere ser justificado, necesita entregarse, poniendo toda su fe en Él, es decir, tiene que entregarle toda su vida al Señor Jesús «y dejar que el Espíritu Santo le guíe a partir de hoy y Él le va a dar esa fe para que usted pueda vencer absolutamente todo. Entonces no importa quien sea usted; nunca más se disminuya ni se autoflagele, nunca más cargue con culpas y diga: “estoy pagando por mis errores”, porque si usted se entrega a Él, sus pecados son lavados en la sangre de Jesús y su pasado es olvidado», finalizó.

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