¿Es el divorcio la solución a los problemas?

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer que en el país el número de divorcios creció un 136 %. En días actuales, la separación de los matrimonios es algo común: algunos casos son justificables y hasta necesarios, pero hay otros en los que quizá basten algunas acciones para lograr cumplir la promesa del «juntos hasta que la muerte nos separe».
De acuerdo con Renato Cardoso, conferencista en temas de matrimonio, para un vasto número de parejas, la solución no está en el divorcio, sino en ellos mismos y en su posibilidad de cambiar. «Cuando una persona no se da el tiempo de reflexionar lo que está haciendo mal, toma la decisión de separarse. Si posteriormente vuelve a contraer nupcias, sin haber cambiado su forma de actuar, ocasionará los mismos problemas con su nueva pareja».
Según el INEGI, el 60 % de los segundos matrimonios también terminan en divorcio. «Un divorcio puede darte un respiro momentáneo. Si realmente quieres resolver los problemas que se presentan en una relación, entonces disponte a ello y resuélvanlos como pareja», aseveró Cardoso.
Antes de pensar en el divorcio, toma en cuenta estos consejos:
Comunícate asertivamente.
Escucha y respeta a tu pareja.
Perdona y dedícale tiempo a tu matrimonio.
En la Terapia de la Familia se dan orientaciones personalizadas donde se brindan prácticos consejos que, unidos a la fe, podrían ayudarte a salvar tu matrimonio. Si quieres participar, acude los jueves a las 7 de la noche en Av. Revolución núm. 253, col. Tacubaya o conoce más direcciones enviando un mensaje al WhatsApp 55 7415 2755.

«Ni la separación disminuyó las peleas, solo las incrementó»

«Tenía un carácter tan feo que me volví posesiva y celosa con mi esposo y, sus constantes salidas nocturnas, hacían que las peleas se incrementaran, nos agredíamos física y verbalmente.
A pesar de que nos separamos un tiempo, regresamos, pero tanto los problemas como las discusiones seguían. Si como matrimonio nos iba mal, económicamente estábamos peor, ni siquiera teníamos una casa donde vivir.
Cuando supimos de la Universal y asistimos a las reuniones de Terapia de la Familia, me sentí diferente, más tranquila. Era como si algo cambiara dentro de mí.
Dios fue moldeando mi carácter hasta que, de la mujer celosa, no quedó rastro. A partir de ese momento nuestra relación fue otra: las peleas y los gritos terminaron.
Ahora somos muy felices, nos tenemos confianza, mi familia está unida y mejor que nunca.
Usando la fe en el Señor, nos bendijo con una casa muy bonita.
Él está dispuesto a ayudar a quien se acerca y confía. Así como transformó cada parte de mi vida, lo puede hacer con todos.» – Nancy Rodríguez