Dios y Su relación con el Monte Sinaí

«¿Por qué observáis, oh montes altos, Al monte que deseó Dios para su morada? Ciertamente el Señor habitará en él para siempre.» (Salmos 68.16).

Con esta Palabra aparece la interrogante de por qué Dios deseó habitar eternamente en un monte seco y sin belleza. Pero es justo esto lo que refleja quién es Él y cómo todo el tiempo elige a las personas más despreciadas, sin capacidad humana, sin nada que ofrecer, pero las elige para habitar en ellas y reflejar Su gloria a través de sus vidas, de modo que toda esa gloria sea solo para Él.

Como está escrito, «el poder de Dios se perfecciona en la debilidad». Y nada es por casualidad. Pues Dios, siendo dueño de toda la tierra, podría descender sobre cualquier monte, pero descendió sobre el Monte Sinaí, que no tiene nada atractivo a los ojos humanos.

Sin embargo, esto no fue por casualidad sino para mostrarle al ser humano que Él es especialista en buscar a aquellos que se sienten perdidos, sin esperanza de un futuro mejor, para aquellos que se sienten despreciados, pues es en medio de la adversidad que el poder de Dios es visto.

Entonces, ¿por qué hay tanto sufrimiento?

La tristeza y el dolor nunca fue parte de los planes de Dios para la vida humana, y Él no se complace con el dolor de nadie. No obstante, el hecho de que las personas vivan lejos de Dios les ha acarreado sufrimiento. Esta es la razón por la cuál Moisés se reusó a llegar a la tierra prometida sin la Presencia de Dios, porque él ya lo conocía.

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«Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.» (Éxodo 33.18).

Cuando Dios le dijo a Moisés que no iría con él, sino que enviaría a un ángel, no lo aceptó. Y en realidad, eso era lo que Dios esperaba, que él quisiera la Presencia de Dios.

Entonces, para dejar atrás el sufrimiento, al igual que ocurrió en el pasado con el pueblo de Israel, quienes clamaron y se aproximaron al Señor en el monte Sinaí, que es el Altar natural de Dios, hoy, Él nos convoca a todos para que vayamos hacia Él. «Vuélvanse a Mí, declara el Señor de los ejércitos, y Yo me volveré a ustedes». (Zacarías 1:3).

Domingo 17 de diciembre

Prepárate para encontrarte con Dios en el Altar pues, si duda, todos aquellos que suban con sinceridad y fe, verán la gloria de Dios descender sobre sus vidas. Por ello, prepara tu corazón, alma y espíritu. Conságrate, santifícate, mantente en espíritu de oración para que, cuando subas al Altar, ¡Dios descienda sobre tu vida!

Te esperamos este domingo 17 de diciembre, especialmente a las 10 a. m., en el Templo de los Milagros: Av. Revolución núm. 253, col. Tacubaya; o en la Universal más cercana.

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