Todos pierden con el egoísmo

Las investigaciones demuestran que el acto de pensar solamente en sí mismo genera prejuicios para toda la sociedad

¿Qué hace que alguien sea egoísta o generoso? Para descubrir la respuesta, las universidades norteamericanas Harvard, Yale y la Estatal de Michigan realizaron una serie de estudios multidisciplinarios que resultaron en conclusiones sorprendentes.

Una de ellas es que la generosidad es instintiva, está en la naturaleza. Los insectos que cooperan entre sí, como las hormigas y abejas, viven mejor. Difícilmente sobreviven solos. En cambio, el egoísmo es una elección y, por eso, es un sentimiento consciente.

Las investigaciones incluso indicaron que la actitud que querer todo para sí mismo puede poner en peligro la existencia de todos —incluso la del propio egoísta. Algunas sociedades, por ejemplo, se desarrollaron porque los individuos pertenecientes a ellas se juntaron para hacer el bien para todos. Tal vez, es por eso que ellas presentan menos problemas sociales y más recursos que los países subdesarrollados.

Si el egoísmo es un acto pensado, y no un instinto, también es una maldad deliberada —a veces llamada falsamente como “amor propio”. En el estudio de Michigan, por ejemplo, uno de los autores, el físico y microbiólogo Christoph Adami, dijo que “actuar de mala fe puede generar una ventaja competitiva a corto plazo, pero con seguridad no a largo plazo”. Según él, eso incluso puede llevar a una especie entera a la extinción.

Existe “cura”

Los equipos de las universidades de Michigan, Yale y Harvard también se basaron en los estudios de otras instituciones para demostrar que, si el egoísmo es un acto pensado, puede ser evitado con el uso de la razón y que existen las siguientes formas de cambiar:

1. Reconozca el problema

Es necesario tener conciencia de ese defecto y de sus resultados. Según Jules Renard (1864-1910), escritor y dramaturgo francés, “solo existe una manera de ser un poco menos egoísta que los demás: confesar su egoísmo”.

• No piense que no tiene remedio

Si al intentar hacer algo por el prójimo usted no es notado por los demás, no tome eso en cuenta. Sus actos hablarán de sí mismo.

No haga el bien solo para sentirse bien

No ayude solo para recibir la gratitud de los demás. Eso solo demuestra más egoísmo. Proporcionar ayuda sin interés genera, incluso, relaciones significativas, aunque sean breves.

Aprecie el éxito ajeno

No tiene nada de malo querer llegar a donde los demás llegaron, pero ellos deben servir de inspiración para sus conquistas —y no ser odiado porque alcanzaron lo que deseaban.

Siempre trabaje en equipo

Analice bien cómo su trabajo encaja en todo y cómo toda la “máquina” funciona bien con eso. Ese comportamiento también es válido durante la práctica de deportes y momentos de ocio. En el día a día, por ejemplo, respete filas y actividades en grupo, pues usted no es más importante que los demás.

Todos ganan

Al egoísta le gusta acumular, mientras el generoso comparte lo que tiene. Según el psicólogo Adam Grant, de la Universidad de Wharton, Estados Unidos, mucho ayuda quien se vuelve voluntario en trabajos sociales, ofrece consejos y comparte conocimientos.

En los proyectos sociales de la Universal, por ejemplo, los voluntarios comparten sus experiencias y ayudan al prójimo, pues consideran el segundo mandamiento del Señor Jesús: amar al prójimo como a sí mismo (Marcos 12:31).

Pero, el rey Salomón, con la sabiduría otorgada por Dios, dio el recado: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” (Proverbios 11:24-25).