No seas tímido cuando Dios sea el asunto
Sus dones no son dados en vano, sirven a Su propósito
La bendición no es un fin en sí mismo, sino un instrumento que debe ser bien utilizado. Muchas personas quieren recibir bendiciones, pero pocas reflexionan si están actuando de acuerdo a la voluntad de Dios o, si cuando las reciben, no hacen buen uso de ellas. Estar en la presencia de Dios ya trajo cambios de vida significativos por las virtudes que Él provee, pero esas virtudes no pueden quedarse «guardadas» e inactivas. Deben ser usadas para ayudar a otras personas.
¿Será que muchos las guardan por pensar solo en sí mismos? ¿Será por timidez o por miedo? La verdad es que están los que luchan contra los dones que reciben y ni lo perciben. La intrepidez es necesaria, pues la vida en Dios no es un fenómeno aislado, sino colectivo. Ella es recibida para generar frutos para uno mismo y para el propósito Divino. De nada sirven la conversión, la liberación y la entrega sin acción y progreso.
Piénsalo bien: ¿las figuras bíblicas que hicieron la diferencia en la fe de todo el planeta fueron valientes o tímidas? ¿Ellas se resignaron a sus limitaciones o se lanzaron al desafío de conquistar almas para Dios? Si se hubieran quedado quietas en sus rincones, con miedo de lo que otros pensarían, ellas y sus acciones no serían hoy conocidas como lo son ni aparecerían en las Escrituras Sagradas.
«El impío huye sin que nadie lo persiga, mas los justos están confiados como un león» (Proverbios 28:1).
Esto quiere decir que, si uno es justo delante de Dios (nadie lo acusa y está viviendo en la integridad de la fe), ¿por qué, entonces, no ha tenido la osadía de tomar decisiones importantes? Existen muchas personas que ya podrían haber sido bautizadas por el Espíritu Santo, disfrutando de una vida de calidad, pero se conformaron con una vida y una rutina en la que no glorifican a Dios, porque tienen miedo de hacer lo que necesita ser hecho.
El cristiano genuino debe tener en mente que el Señor Jesús solo puede usar a los valientes, intrépidos y que aceptan desafíos: aquellos que son de oración y ayuno, pero también de acción. Por lo tanto, considera comprometerte en ser intrépido en tu fe, en tu trabajo, en tus negocios y en todo lo que hagas.
Asimismo, cuando surjan desafíos, decide en tu interior ser audaz y no acobardarte delante de cualquier situación. No le des lugar al miedo o a cualquier sentimiento. Cuando decidas hacer algo, ve hasta el fin.
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La interacción es primordial
Como ya lo mencionamos antes, son necesarios aquellos periodos de oración, de ayuno y meditación, momentos que son compartidos exclusivamente entre cada persona y el Espíritu de Dios, íntimamente. Solo que ese momento no es un fin en sí mismo, sino un punto de partida, una preparación para la siguiente acción: interactuar es parte de la vida en sociedad, pero muchos, por su timidez, son incapaces de establecer un diálogo con otras personas conocidas o desconocidas y viven teniendo dificultades para socializar. Y, en el ámbito espiritual, la falta de interacción nos impide hasta dar testimonio de nuestra fe, evangelizar, ganar almas, pues, ¿cómo vamos a conocer el sufrimiento de nuestro prójimo, hablarle del Señor Jesús y de nuestras experiencias, si no conversamos con él para saber lo que le aflige?
Lo mismo ocurre en el campo profesional. Si la persona no se preocupa por tener una network, es decir, una red de contactos para intercambiar información relevante y mantener relaciones interpersonales productivas, termina perdiendo oportunidades y dinero. La falta de interacción ocasiona también soledad y problemas familiares. ¿Cuántos padres no logran dialogar con sus hijos estando dentro de la misma casa? Muchos. Esto porque, si un miembro de la familia no se preocupa por compartir con sus familiares sus experiencias del día a día, sus dificultades y superaciones, ¿cómo podrá haber una buena relación familiar?
La timidez y la inacción necesitan ser eliminadas, pues el Espíritu de Dios nos enseña en Su Santa Palabra: «Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (Apocalipsis 21:8).
Sí, es espantoso: la inacción de un siervo de Dios es comparada por Él mismo con los propios pecados, como asesinato y libertinaje. Por lo tanto, el siervo del Altísimo no es tímido. Todo lo contrario, es audaz, especialmente en relación con las cosas espirituales. El siervo no tiene vergüenza de ser quien debe ser, de hablar de Dios, de buscar oportunidades de trabajo, de conversar o interactuar con otras personas. No estamos diciendo que tengas que salir y hablar con todo el mundo, sino que la timidez no puede detener tu vida ni conducirla. Porque, cuando nacemos de Dios y nos tornamos sacerdotes del Altísimo, somos transformados; no podemos tener nombre de débiles, negligentes, infieles, tímidos, conformistas, arrogantes, mentirosos, inconstantes, etc.
Con la transformación que Dios nos proporciona, Él nos da nuevos nombres: fiel, fuerte, diligente, perseverante, verdadero, definido, valiente, pero también sincero y humilde. Por lo tanto, decide no ser tímido.
Consejos para interactuar:
- Sé simpático y educado. Alguien así siempre es mejor visto que quien vive con el ceño fruncido o mirando hacia abajo.
- Aprende a escuchar. Cuando una persona percibe que tienes interés en lo que ella dice, probablemente se sentirá a gusto cerca de ti.
- No te preocupes con lo que van a pensar de ti. Sigue siendo agradable, pero recuerda que la opinión realmente importante es la que viene de Dios.
- Interactuar debe ser un hábito cultivado todos los días. Lucha contra el miedo y la timidez. Aunque al principio sea incómodo, ¡esfuérzate!
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