No era necesario

Todos nosotros, en alguna ocasión, ya le dijimos a alguien, que fue extremadamente amable y bondadoso con nosotros, la famosa expresión: «¡No era necesario!».

Decimos eso al ser sorprendidos por un gesto de una persona que fue más allá de su cuidado y desbordó amor en nosotros. Avergonzados, no sabemos bien qué decir o hacer, para retribuir el bien que recibimos.

Sin embargo, en este mundo egoísta, gestos así se vuelven cada vez más inusuales. Difícilmente, hemos visto personas que quieren extender la mano para ayudar al otro. Hay tanta indiferencia que, a veces, las personas fingen no ver o no saber que alguien está en aprietos, para no tener que ayudar.

Una postura muy diferente a la del Señor Jesús. Él no se quedó dentro de los límites de venir a este mundo como hombre y morir en la cruz por los pecadores. No, no.

Él fue más allá e hizo por nosotros mucho más de lo que era necesario hacer.

Veamos algunos ejemplos de lo que Él hizo que no era necesario:

• Ser un carpintero como su padre
• No era necesario que se bautizara, pues no tenía pecado
• No era necesario que hiciera ayuno de 40 días
• No era necesario que vivieran con Él doce hombres durante tres años, pero lo hizo para aprovechar todos los momentos con ellos
• No era necesario que lavara los pies sucios de Sus discípulos…

Entonces, el ejemplo de nuestro Salvador fue de alguien que no vivió dentro de los límites estrechos de hacer solo lo que era necesario.

Por lo tanto, aquellos que siguen Sus huellas también tienen el Espíritu de la excelencia, y nunca están satisfechos haciendo lo básico.

Eso significa que, si no somos de esos que, placenteramente, sirven haciendo lo que no es necesario, no estamos actuando como nuestro Señor.

Por lo tanto, ¿cuándo fue la última vez que usted hizo lo que no era necesario para alguien?

También sugiero un desafío:

¿Qué tal agradecerle a la persona que hizo lo que «no era necesario», y su gesto hizo toda la diferencia en su vida?

Por Núbia Siqueira

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