«Para comer teníamos que pedir prestado en las tiendas!»
«Desde pequeña, mi madre decía que todos los hombres eran iguales, refiriéndose a la infidelidad. Adopté esa idea y, cuando me casé, me trajo serios problemas: me volví insegura, impulsiva, celosa… Llegué a golpear e insultar a mi esposo. Él nunca lo hizo, pero esto le afectaba bastante, tanto que se iba a trabajar con la preocupación y, como salía a carretera, se accidentó en varias ocasiones.
Nuestra economía fue perdiendo estabilidad y terminamos sin dinero; como no teníamos para comer, pedíamos prestado en las tiendas. Yo me deprimí, perdí el gusto por realizar mis actividades, me la pasaba llorando durante las noches y solo pensaba en desaparecer de este mundo.
En ese lapso, supimos del Templo de los Milagros y justamente llegamos un día en que estaban hablando de la Hoguera Santa. En esa reunión, entendí en qué consistía y participé consciente de lo que iba a hacer, por eso hice mi mayor esfuerzo. A partir de ahí, mi carácter cambió, me volví más segura y, por ende, mi trato a mi esposo cambió para bien. Hoy nos amamos y nos respetamos.
En ocasiones posteriores, continuamos poniendo nuestra fe a prueba en diversos propósitos y eso favoreció nuestra economía: ahora tenemos una empresa de transportes que nos da solvencia. De esta manera, construimos una casa a nuestro gusto y estamos haciendo lo mismo con tres más, en otros estados de la República. He viajado tres veces a Brasil para visitar el Templo de Salomón.
No obstante, la mayor conquista es que el Espíritu Santo habite en nuestro ser, pues Él es quien nos impulsa a seguir y nos llena de alegría.» – Alejandra Jardínez
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