Godllywood Autoayuda: ¿cuál es la voluntad de Dios?

«¿Cómo está su corazón?» Esa fue la pregunta con la que dio inicio la reunión bimestral del Godllywood Autoayuda, celebrada el pasado 7 de octubre en el Templo de los Milagros. Porque una de las cosas que ha llevado al sufrimiento e insatisfacción de las personas es la búsqueda de la felicidad, por ello, la mayoría toma sus decisiones basadas en los deseos de su corazón e incluso han realizado cosas terribles con tal de alcanzar aquello que anhelan sin pensar en las consecuencias.

La voluntad Divina

«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2).

Al contrario de la voluntad humana, la voluntad de Dios es plena porque es buena, agradable y perfecta. Aun así, muchas no la quieren porque piensan que aquello que creen que necesitan es mejor, pues solo se ven como un cuerpo que tiene necesidades y no como un alma que es valiosa y eterna, pero a la larga sus deseos solo les traen malos resultados porque terminan más vacías y tristes. Cuando la persona entiende que ese no es un buen camino, comprende que la voluntad del Creador es lo mejor para ella.

Entonces, a pesar de la naturaleza humana, si la persona decide no conformarse con las ideas, estándares, modas y deseos de este siglo, sino que decide ser transformada a través de la renovación de su entendimiento por medio de la Palabra, limpiando su mente de todo pensamiento equivocado, podrá comprobar la voluntad del Señor.

Por ejemplo, el mundo dice que las personas deben resignarse ante el dolor y el sufrimiento o que no conseguirán lograr ciertas cosas, pero quienes deciden renovar su entendimiento, no se conforman con eso, sino que se apoyan en lo que está escrito: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

Esa es la reacción de quien decide renunciar a su voluntad para hacer el sacrificio de obedecer a la voluntad del Señor, porque entendió que eso la mantiene a salvo. Ese siempre fue el plan original: que el hombre viviera cerca de Él; pero la rebelión en contra de del Altísimo, lo llevó a apartarse de Dios y desde ahí comenzó su sufrimiento.

Plenitud de vida

El propósito de Dios, Su voluntad para todas las personas, sin importar su condición social, física, económica, su edad o nacionalidad, es que ellas sean salvas, que sus almas permanezcan junto a Él en la eternidad (lee Apocalipsis 21:3-7). Porque todo pasa, todo se acaba, el cuerpo envejece y muere, pero el alma no, ella es eterna y solo el ser humano tiene el poder de decidir hacia dónde irá su alma; solo él puede abrazar las ideas del mundo que son contrarias a Dios, o tomar la determinación de alejarse de lo que le aparta del Altísimo.

La promesa

El que permanezca firme, haciendo la voluntad de Dios hasta el fin, ese será el vencedor, ese será salvo. El vencedor no será el que prospere, el que arregle sus problemas o lleve a su familia hasta la presencia de Dios, ¡no!, aunque todo eso sea esencial, no es lo más importante, ya que solo será vencedor el que sea salvo, es decir, aquel que aceptó a Jesús como su Único Señor y Salvador, y permaneció con Él hasta el final.

Con todo, las personas no se entregan al Señor Jesús porque creen que eso es tener una religión, o es estar en la iglesia todo el día; lo ven como un peso, como algo aburrido pues piensan que ir tras aquello que les da placer es mejor. Sin embargo, todo eso solo les traerá dolor.

El camino correcto es conocer y obedecer la voluntad de Dios, porque Él, como Padre, quiere lo mejor para Sus hijos. No olvidemos que Su voluntad es buena, agradable y perfecta; y cada quien cosechará los frutos, porque su vida será un reflejo de sus decisiones. A pesar de todo, el Creador es bueno y misericordioso, y quien decide entregarse por completo para Él, el Señor le brinda Su Santo Espíritu, a través del cual ahora tendrá la fuerza para seguir la voluntad de Dios, incluso a pesar de las fallas, pues Él la guiará por el camino correcto recordándole Su Palabra para que la obedezca y pueda llegar hasta el fin.