En el país, depresivos tardan 14 años en pedir ayuda

De acuerdo con Corina Benjet, investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPR-FM), en el país, los ciudadanos tardan 14 años para pedir ayuda, al sufrir depresión. A nivel mundial, el promedio es de diez años.

Para la doctora en psicología, la problemática es grave, ya que conforme el tiempo pasa, la depresión se presenta en edades más tempranas. «Actualmente, desde la adolescencia es común padecer trastornos de ansiedad e impulsivos y, en la edad adulta, alteraciones afectivas o por sustancias», mencionó.

Además, la investigadora dio a conocer que entre las causas por las que la gente se deprime se encuentran: las rupturas amorosas con 42.2 %; le sigue el fallecimiento o enfermedad de un familiar con 33.7 %; sufrir una traición, 32.4 %; tener una discusión fuerte, 31.1 % y situaciones de infidelidad, 19 %.

A través de diversas encuestas e investigaciones, Corina Benjet ha encontrado que 36.2 % de los encuestados, alguna vez en su vida ha pensado en el suicidio; 20 %, han planeado cómo podrían llevarlo a cabo; 6.5 %, alguna vez en su vida lo ha intentado y 23.7 % se ha lastimado a pro-pósito sin la intención de morir.

«La depresión es un trastorno que se puede dejar atrás, volviendo a tener una vida emocionalmente sana y activa. Pero muchas personas que lo sufren les cuesta trabajo pedir ayuda porque no saben que están atravesando un problema emocional, tienen miedo a mostrar sus sentimientos o a que se sepa que tienen un problema», finalizó Benjet.

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«Lidiaba con pensamientos y conductas suicidas»

«Cuando tenía siete años, mi familia se separó. El hecho de no ver a mi padre, me deprimió; incluso, culpaba a mi madre por todo lo malo que nos su-cedía. Cabe decir que ella no era nada cariñosa conmigo y eso aumentaba mi enojo. Fui creciendo entre las burlas y el menosprecio de la gente por lo que había pasado, eso me volvió muy agresiva.

A los 14 años, ya lidiaba con pensamientos y conductas suicidas. Además, con tal de olvidarme un poco de la situación, los fines de semana me alcoholizaba juntándome con personas que consumían drogas. En otras ocasiones, ni me levantaba de la cama, solo me la pasaba llorando.

Así pasó el tiempo hasta que mi madre supo de la Universal. Conforme participaba, su forma de ser cambió, se volvió más cariñosa, y eso me motivó a ir a las reuniones también. El primer día, durante la prédica, entendí que Dios está vivo y que podía ayudarme. Durante la oración, le entregué mi vida y, consecuentemente, eso fue trayendo resultados.

Hoy en día, puedo contarles que ya no soy depresiva, aprendí a amarme y no necesito estar bajo los efectos del alcohol para sentirme bien. Dios le dio un nuevo matiz a mi vida y a la de mi familia; quien nos ve se asombra de ello.» -Karla Rodríguez