¿El pasado le condena?

«Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Apocalipsis 21:3-4).

«Más que curar su enfermedad, liberar y transformar a su familia, más que todas las maravillas que Dios hace, Él quiere habitar con usted. Para Él nada tiene más valor que su alma», explicó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del 30 de enero.

El alma tiene un valor tan grande que Jesús vino a este mundo para sufrir en su lugar, pagar por sus pecados y darle la oportunidad de vivir la eternidad con Él. Todo lo que sufrió en la cruz fue en su lugar, lo hizo por amor, y por no querer verlo sufrir.

Quien es padre o madre entiende eso, pues si ve a su hijo sufriendo, si usted pudiera, cambiaría de lugar con él. Y lo haría por amor, así como Jesús lo hizo. Entonces, si usted coloca su fe en Él, Jesús secará todas sus lágrimas y quitará todos sus dolores. No solo el físico, sino el del alma, que es el peor dolor que un ser humano puede llevar dentro, pues le deja sin fuerzas. Es por este dolor que mucha gente se quita la vida o piensa en quitársela, ya que su dolor no es en el cuerpo, sino en el alma, y es tan intenso que la persona desea morir.

Pero, cuando Jesús vive dentro de una persona, quita ese dolor, le da esperanza, fuerzas y le hace ir hacia adelante.

«Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas» (Apocalipsis 21:5).

Él le trajo a Su Presencia no solo para darle una bendición, sino porque Él quiere hacer todas las cosas nuevas en su vida. Borrar el pasado de dolor, fracaso y humillación que usted ha cargado, darle fin a esa situación que usted está atravesando.

Y no importa su pasado. «Tal vez usted dice: “obispo, yo he hecho cosas malas en mi vida, he cometido muchos pecados, merezco lo que estoy pasando o estoy pagando por lo que he hecho”. Pero Dios le perdona por más grave que haya sido su pecado. Si usted no consigue perdonarse por eso, le garantizo que Jesús le perdona», explicó el obispo.

Dios no le condena por sus errores, pues dijo: «yo hago nuevas todas las cosas», y mandó que esto quedara por escrito, para que todos los que leamos podamos creer que no son palabras lanzadas al viento, sino que es la Palabra de Aquel que está sentado en el trono. De hecho, el Señor Jesús murió y resucitó, pero no nos dejó solos. Envió al Espíritu Santo para que habite dentro de cada uno de nosotros, quite el dolor y nos guíe al momento de tomar decisiones. Él no quiere que usted continúe sufriendo.

«También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida» (Apocalipsis 21:6).

Él quiere darle del agua hoy, aquí y ahora. Y si usted tiene sed de ser feliz, de tener paz, de ser un hombre diferente, una mujer diferente, un padre o hijo diferente, pero no consigue cambiar, lo único que Dios quiere para transformar su vida es que usted le entregue su alma.

«Por ejemplo, si usted tiene una casa y está deteriorada o destruida, la única manera de resolver el problema es llamando a un experto en construcción para pedirle que haga las cosas nuevas. Él mirará la casa, calculará y le dirá lo que cuesta. Usted tendrá que tomar la decisión. Si acepta, pagará y lo dejará trabajar», continuó el obispo.

Así pasa con Jesús, si usted le da su vida, Él le dará una nueva, pero el precio de Dios no es dinero, sino toda su vida. El cambio no es de la noche a la mañana, pero a medida que usted lo busca, los cambios comenzarán hasta transformarlo completamente.

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