Dios quiere tu corazón: una reflexión sobre la entrega total

Ve el video completo de la meditación del Obispo Edir Macedo
En la meditación de este viernes 12 de diciembre, el Obispo Edir Macedo habló sobre una verdad simple, pero profundamente transformadora: nuestra mayor ofrenda para Dios es entregar el corazón, el alma que llevamos dentro de nosotros y que vivirá por toda la eternidad.
Al inicio, él nos recuerda:
- «Usted es un alma que nunca muere». El cuerpo envejece, enferma y un día queda en la tierra. Pero el alma, esa sí carga los dolores, alegrías, angustias y elecciones que moldean nuestro destino eterno. Por eso, el Obispo afirma: «El problema no es el sufrimiento en sí, sino lo que el alma hace con él».
El peso que habita dentro de nosotros
Muchos intentan resolver sus angustias con fuerza física, con argumentos o incluso con medicamentos. Pero él explica que hay tristezas que no se van con reposo. Hay vacíos que nadie llena. Hay dolores que nadie entiende. Y es justamente en ese punto donde Dios habla más profundo.
El arrepentimiento que cambia el rumbo
El Obispo Macedo recuerda las palabras del Señor Jesús: «el que no nace de agua y del Espíritu…» (Juan 3:5); y explica que el bautismo en las aguas es, ante todo, el sepultamiento de la vieja naturaleza. No es solo un sumergirse: es decisión.
- «El arrepentimiento no es sentimiento. Es actitud. Es un giro de 180 grados».
Significa sepultar la propia voluntad, los resentimientos, codicias y pasiones. Es renunciar a lo que ha ocupado el primer lugar en el corazón. Tanto que él afirma:
- «En el bautismo, el corazón tiene que ser sepultado».
La prueba que revela quién ama a Dios
Para ilustrar, el Obispo recuerda la historia de Abraham en Génesis 22, cuando Dios le pide a su hijo Isaac. Y destaca:
- «Dios probó a Abraham, y nos prueba a cada uno de nosotros. Unos pasan, otros no».
La gran lección está en el énfasis del pedido divino: «Toma a tu hijo, tu único hijo, a quien amas…».
Isaac representaba el mayor tesoro de Abraham, así como el corazón representa aquello que más protegemos y valoramos.
¿Y por qué Dios lo pidió? Porque la prueba revela quién ocupa el primer lugar.
Y cuando Abraham obedeció sin cuestionar, Dios dijo: «Ahora sé que temes a Dios… no me negaste a tu único hijo».
De la misma forma, cuando alguien se entrega en el bautismo con sinceridad, escuchando la voz de Dios en su interior, esa persona recibe un nuevo corazón y nace de nuevo:
- «Si el bautismo es válido, ella escucha la voz de Dios».
¿Cómo entregar el corazón?
El Obispo habla directamente:
- «Dios quiere su corazón engañoso, corrupto, sufrido. Tal como está». Y completa: «Lo difícil no es dar cosas físicas. Lo difícil es dar el corazón».
Es más fácil ofrecer bienes que renunciar a voluntades. Es más fácil sacrificar objetos que sacrificar el «yo». Sin embargo, es justamente esa entrega la que Dios espera, porque solo entonces Él puede sustituir el corazón viejo por uno nuevo.
El contraste con Salomón
Al citar Eclesiastés 2, el Obispo nos recuerda que Salomón, aun teniendo todo, concluyó:
- «Todo era vanidad y aflicción de espíritu».
Toda realización humana termina en vacío cuando el corazón está lejos de Dios. Pero cuando el corazón es entregado, todo cobra sentido, no por la gloria terrenal, sino por la vida eterna.
El gran intercambio
En conclusión, el mensaje es claro y profundo: cuando entregas tu corazón, Dios te entrega el Suyo.
Y así sucede la promesa del Espíritu Santo:
- «Esta es mi hija amada, en quien tengo complacencia… Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia».
Es el nuevo nacimiento, el llanto que ya no es de tristeza, sino de alegría; alegría inexplicable, que solo quien entrega el corazón verdaderamente experimenta.
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