¡Córtalo, córtalo!
El Señor Jesús nos dio una enseñanza un tanto radical, pero muy sabia, y que, por desgracia, mucha gente no practica. Él dijo en Mateo 5:29-30: «Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala y échala de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno».
Todo el cuerpo es importante, pero Jesús fue puntual en Sus palabras, porque Él quería que entendiéramos la importancia de lo que es mayor y más importante con relación a lo que quizás no es tan importante. Por supuesto que Jesús no estaba hablando de un ojo o una mano. Él estaba hablando de lo que nos hace tropezar y equivocarnos. Muchas personas toleran un error porque están apegadas a algo y, como no quieren soltarlo, ponen en riesgo toda su vida. Este es el caso de los teléfonos celulares, por ejemplo. Marido y mujer se pelean por el dispositivo. La persona tiene el matrimonio en riesgo, pero no se desprende del celular. ¿No es este un ejemplo de perder algo más grande por algo más pequeño?
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¿Cuántas personas destruyen sus relaciones por el orgullo? Padres e hijos, esposos y esposas, empleados y empresarios hacen esto porque no quieren tragarse su orgullo. Entonces, la pregunta sigue siendo: ¿eres consciente de lo que te está llevando al infierno? ¿Eres consciente de que estás haciendo de tu matrimonio un infierno? ¿Tu salud, tus finanzas y tu familia son un infierno para ti?
Si piensas y analizas, identificarás algo que está haciendo de tu vida un infierno. Probablemente sea algo pequeño que no quieras eliminar, como un vicio, la pornografía, una amistad, el orgullo, el egoísmo o algo a lo que te apegas y te aferras, y por eso te estás hundiendo. Identifica qué te está perjudicando y haciendo tropezar y sácalo, córtalo, tíralo. Renuncia a lo que estás anteponiendo para perder cosas mucho más importantes en tu vida. Si aplicas esto en tu día a día, entenderás que cuando renuncias a algo más pequeño, Dios te da algo mucho más grande.
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