Un mensaje de Dios para ti: «Dame, hijo mío, tu corazón»

Durante la meditación del Obispo Edir Macedo de este viernes 19 de diciembre, él alertó sobre la necesidad de estar atentos a las decisiones tomadas diariamente.
Desde el inicio, el Obispo dejó un principio claro: «Lo que sembramos hoy, lo cosecharemos mañana. No hay manera de evitarlo». En otras palabras, cada elección, cada decisión y cada actitud nace de una semilla lanzada en el presente, y nadie puede impedir la cosecha futura de lo que fue plantado.
Sin embargo, el punto central del mensaje no está solo en la siembra en sí, sino sobre todo en quién gobierna esa siembra. Según el obispo: «Para sembrar hoy, yo decido qué es lo que voy a sembrar en mi vida». Así, esa decisión pasa inevitablemente por el corazón. Es en este contexto que Dios hace una petición que atraviesa generaciones: «Dame, hijo mío, tu corazón».
Esta petición revela algo extraordinario: Dios no toma el corazón de nadie. Él no impone, no arranca, no obliga; Él pide. Como fue resaltado: «Si alguien quiere seguirlo, entonces ese alguien tiene que ofrecerle su corazón». Por lo tanto, se trata de una entrega voluntaria, semejante a una ofrenda, ya que «la ofrenda que no es espontánea no sirve».
NO sigas tu corazón
Por otro lado, el problema está en que, naturalmente, confiamos demasiado en el corazón. Aun así, la Palabra nos confronta de manera directa: «Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?».
Ante esto, ¿cuántas elecciones equivocadas, cuántos sufrimientos y frustraciones nacieron justamente de decisiones tomadas solo por el sentimiento? «¿Cuántas cuántos errores, cuántas malas elecciones hicimos movidos por el corazón?».
Precisamente por eso, Dios pide el corazón; no porque lo necesite, sino porque quiere librarnos de nosotros mismos. Como fue bien destacado: «El corazón es la raíz de todas las desgracias que nosotros, humanos, cosechamos en este mundo». Además, es codicioso, envidioso y ambicioso; quiere solo recibir y sentir, pero no quiere dar.
Aunque sea difícil, la entrega del corazón es necesaria. Quizás sea la más difícil de todas. «Yo sé que esto es lo más difícil que existe en la faz de la tierra para el ser humano: disponer su corazón». Aun así, es el único camino hacia la verdadera transformación.
Cuando esto sucede, al colocar el viejo corazón en el Altar, Dios promete algo glorioso: «Cuando le entregamos ese corazón rebelde, cruel, engañoso, al Padre, entonces el Padre cuida de él. El Padre nos da un corazón nuevo».
Corazón viejo vs. corazón nuevo
Ese nuevo corazón es el propio Espíritu Santo. Así como Jesús fue «el corazón de Dios físicamente en la Tierra», el Espíritu Santo es «el corazón de Dios disponible, listo para ser asentado en su vida».
Sin embargo, hay una condición innegociable: «¿Cómo puede una persona recibir un corazón nuevo si no entrega el viejo?». Al fin y al cabo, dos corazones no pueden ocupar el mismo lugar.
Conclusión
Dios continúa hablándonos hoy, con la misma delicadeza y firmeza: «Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en Mis caminos» (Proverbios 23:26).
No se trata de una orden, sino de una invitación. Una invitación a la vida, a la sanidad, a la dirección y a la bienaventuranza aquí en la Tierra.
Que, por lo tanto, este mensaje no sea solo escuchado, sino meditado. Que tampoco sea leído con prisa, sino con entrega. Y que, al responder a este llamado, podamos experimentar el intercambio más precioso que existe: darle a Dios nuestro viejo corazón y recibir de Él un nuevo corazón, conforme a Su voluntad.
Te recomendamos: El corazón es el más grande enemigo de la fe inteligente













comentarios