Trátame como quieras
Al final de cada año, inevitablemente, todos tenemos el hábito de evaluar lo que vivimos e hicimos durante los 365 días. Pienso que esa retrospectiva es buena, porque contribuye con una introspección necesaria para corregir nuestros errores, entusiasmarnos con nuestros aciertos y verificar las metas que alcanzamos.
Al reflexionar sobre el 2018 y nuestra existencia, vemos que nadie necesita ser muy maduro para mirar el pasado y ver que cada experiencia vivida cooperó de alguna forma con su crecimiento.
Sin embargo, en la vida de aquellos que pertenecen a Dios y Lo aman de todo corazón, existe una Promesa Divina con respecto a los hechos de la vida, vean:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Esta Palabra ha sido un ancla para mi vida desde que la conocí, aun siendo adolescente. Me apegué a ella en los momentos más difíciles, en los que no había ninguna perspectiva de algo bueno para mí. Puedo decir que esta se cumplió en todo lo que he pasado hasta hoy, porque Dios operó el bien incluso a través del mal, de lo que era injusto y cruel.
Podía dormir en lágrimas, pero descansaba mi alma en la certeza de que los peores dolores se revertirían en alegría y sonrisas. Y aclaro que no estoy hablando de lo que redunda en un bien pasajero en este mundo, si no de un bien más grande, que atraviesa con nosotros para la eternidad, pues hablo de las bendiciones que, por encima de todo, suceden en nuestra alma.
Entonces, si usted oró, pidió o planeó algo para el 2018 y todo salió muy diferente de lo esperado, ¡no se entristezca! Sepa que nada sucede con nosotros sin el permiso de Dios. Además de eso, la vida del justo está controlada por el cielo, y no por los hombres. En cualquier circunstancia, nuestro Padre trabaja para unirnos a Él, por lo tanto, las adversidades que, en un primer momento, tienen la intención de separarnos de Él, solo nos acercan aún más a Su regazo.
En este instante, mi corazón quema de felicidad por “saber”, como dijo el apóstol Pablo, que tenemos la Mano cuidadosa del Espíritu Santo conduciéndonos en todo, y espero que estas líneas lleguen lejos. Que alcancen, sobre todo, a aquellos que están atravesando aguas turbulentas ahora. Le invito a usted a confiar que, por la fe, su vida saldrá del caos y que en breve todo estará en perfecto orden.
Recuerde que el Señor Jesús es el Único del que usted hasta puede decir: “¡Trátame como quieras!” y, aún así, tener la seguridad de que de Él solo vendrá lo que es justo y recto. ¡De Sus Manos solo sale lo que es bueno para Sus Siervos, siempre! Sin embargo, fíjese atentamente en el versículo, pues este privilegio de tener todo contribuyendo a nuestro favor no es para todos, sino solamente para los que “aman a Dios”, es decir, para aquellos que hicieron de Él el Primero en sus vidas.
¡Lleve esta Palabra todos los días del nuevo año y durante toda su vida!
Por Núbia Siqueira
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