«Quería ver muerta a mi mamá por lo que hizo» 

«Empecé a tenerle mucho odio a mis padres y también intenté hacerle daño a mi hermano mayor tomando un cuchillo, pero algo pasó y me detuve. Les tenía mucho odio por lo que cada uno había hecho. Mi papá volvía todos los días tomado y golpeaba a mi mamá, prefería el vicio y nunca se preocupaba por nosotros; por parte de él nunca conocí un abrazo, el apoyo y la comprensión. Y a mi mamá yo la quería ver muerta por su traición y porque se fue de la casa. Sin ella, empecé a sufrir maltrato por mi hermano mayor», contó Edith González Cervantes. 

Un estudio reciente publicado por la American Psychological Association (APA) demostró que la ira y el deseo de venganza son capaces de causar muchos daños físicos y psicológicos en quien los cultiva, especialmente en las personas mayores. «Nuestro estudio mostró que la ira puede conducir al desarrollo de enfermedades crónicas», dijo la autora principal, la psicóloga Meaghan A. Barlow, de la Universidad Concordia en Canadá. Por lo tanto, ella recomienda: no guardar rencores.  

De hecho, varios estudios ya han demostrado cómo la ira guardada y el deseo de devolver el mal con el mal tienen la capacidad de atrapar a las personas heridas e incluso matarlas. Y hay más: no solo es perjudicial el deseo de hacerlo, sino llevarlo a cabo también lo es. 

Edith nunca llegó a esos extremos, pero todo el sufrimiento que experimentó le dejó heridas internas: «Y por todo el dolor tenía una vida triste, me hundí en la depresión durante 4 años al grado de no querer comer, bañarme ni levantarme. Tenía muchos pensamientos de cómo quitarme la vida y empecé a practicar el cutting. Los cortes eran cada vez más profundos por lo que sentía dentro de mí, y no sabía de qué manera podía aliviar ese sufrimiento». 

En su nuevo libro el Placer de la Venganza, el obispo Edir Macedo escribe que sentimientos negativos como el odio y el resentimiento colocan el alma de la persona en un tipo de prisión espiritual. 

Entonces, ¿cómo liberarse de esta atadura?  

Edith cuenta que la clave de todo fue el perdón: «En la Universal nos decían que este acto libera realmente de ese peso. En el fondo, ya no quería más eso, yo quería estar y sentirme bien. Entonces, me dije a mí misma: “¿Por qué no hacer la prueba de realmente perdonar?”. Aun no queriendo, lo hice. La carga que tenía dentro de mí salió. Me sentí tan liviana y contenta como nunca me había sentido». 

Después del perdón, vino un cambio completamente diferente en su carácter: «De ser agresiva y peleonera, empecé a ser más tranquila y paciente. De odiar a mi mamá, ahora me llevo bien con ella y con mi hermano. Y aunque no vivo con mi papá, siento cariño y respeto hacia él. Los complejos y la tristeza terminaron porque yo ya había perdonado, pero faltaba algo dentro de mí. No me sentía completa porque me faltaba el Espíritu Santo, cuando Lo recibí, me sentí en paz», finalizó ella. 

El obispo Macedo destaca que «si te encuentras en esta situación y decides escuchar la razón, tu sabiduría y tu espíritu, sin duda comprenderás las razones para perdonar, independientemente del sentimiento que albergues dentro de ti». 

Tal vez tu situación es semejante a la de esta historia, o bien, no logras perdonarte a ti mismo por los errores cometidos en el pasado. No tienes por qué seguir con este ciclo que provoca dolor. En la nueva obra del obispo Macedo, el autor revela los secretos para vencer los resentimientos que están destruyendo tu interior. 

Este libro te desafiará para examinarte y tomar una decisión que puede cambiar tu vida. 

El domingo 19 de mayo será el gran lanzamiento.