Que las emociones no repercutan en tu alimentación
Por Yarinka Figueroa
Licenciada en Nutrición por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
El hambre emocional es cuando se recurre a la comida con el fin de aliviar el enojo, ansiedad, estrés, angustia, aburrimiento, soledad, depresión u otro sentimiento negativo, a pesar de sentir saciedad. Sin embargo, dicho bienestar es pasajero, pues una vez que acaba, la persona se siente, incluso, peor que al inicio. Aunado al aumento de calorías en el cuerpo…
Si este es tu caso, es importante que descubras la raíz, las emociones que te impulsan a hacerlo. A continuación, te doy algunas recomendaciones para que estas no afecten tu alimentación y, por consiguiente, tu salud:
- Proponte realizar cinco o seis comidas al día, esto dependerá a qué hora te levantas y a qué hora te duermes. Lo ideal es dejar pasar un lapso aproximado de cuatro horas entre cada alimento.
- No te saltes el desayuno, puesto que te aporta energía necesaria para mantenerte activo durante las siguientes horas de la mañana. No te olvides de las colaciones y de cenar ligeramente.
- Usa cubiertos, estos te ayudarán a estar consciente de las porciones que estás consumiendo.
- Antes de satisfacer tu apetito, bebe agua natural. Algunas veces, el cuerpo lo pide y suele confundirse con hambre.
- Si descansas correctamente durante la noche, hay menos probabilidades de tener la pila baja durante el día y esto evita que estés picando alimentos para activarte.
- Evita comida alta en carbohidratos, como pan, pastas, galletas porque estimulan el apetito.
- Despeja tu mente con actividades que te agraden: leer, escribir, caminar, ir al gimnasio, bailar, pasear a tu mascota… ya que favorecen los niveles de ansiedad.
Considera: ningún cambio en tu dieta funciona si no hay voluntad propia. Nadie hará por ti, lo que tú tienes que hacer. Son los pequeños cambios los que hacen la diferencia y te permiten llegar a tu objetivo.
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