¿Porque me viste, creíste?
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“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
(Juan 20:29)
Ojos que no ven, corazón que no siente.
Cuanto menos siente el corazón, más ejercitado es el intelecto.
Cuando los ojos ven, el corazón siente.
Cuanto más siente el corazón, menos ejercitada es la inteligencia.
Los más inteligentes son los que menos pierden tiempo con los sentimientos.
La vida espiritual depende de los ojos espirituales. Jesús le preguntó a Tomás: “¿Por qué Me has visto has creído?” Hoy, esta misma pregunta Él se la haría a los creyentes incrédulo: “¿Porque sintieron, creyeron? ¿Acaso su creencia en Mí está se fundamenta en sentimientos? Y la Palabra que salió de Mi boca, ¿no tiene valor?”
Pues bien, préstele atención a este consejo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.
Esa es la razón de la infidelidad de muchos. Su creencia en Dios ha sido de acuerdo a los sentimientos del corazón. Es por eso que nada funciona en sus vidas. Como niños viven basados en la emoción. Envejecen físicamente, pero el raciocinio permanece siendo infantil.
“Y reposará sobre él el Espíritu del SEÑOR; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR” (Isaías 11:2).
¿Alguien logra ver en esta Palabra algún espíritu de sentimiento?
(*) Fuente El Pan nuestro para 365, del obispo Edir Macedo.
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